Una de las autopistas de circunvalación de Río de Janeiro. En plena hora punta, dos agentes detienen a un sospechoso. El joven, que se percata de la laxitud de los policías, se zafa de ambos con un simple empujón. Nadie le persigue. El chaval, antes de huir se lo piensa dos veces y decide que para no irse de vacío puede coger una de las armas reglamentarias.
Se introduce en el coche policial y sólo la intervención de un conductor neutraliza a un ladrón tan descarado. Ahora sí, y siempre gracias a la ayuda de este ciudadano ejemplar, el gamberro es detenido. La secuencia pone de manifiesto la ineficacia del cuerpo policial de Río de Janeiro, uno de los más corruptos de Brasil.
Eventos que están a la vuelta de la esquina como el Mundial de Fútbol o las Olimpiadas han obligado al Gobierno central a poner orden. En febrero, treinta oficiales de la policía, incluido el número dos, fueron detenidos por sus vínculos con el narcotráfico.
Una triste realidad que denuncia la película 'Tropa de élite', en la que la policía roba armas, blanquea dinero y asesina a sus propios colegas. Una vez más, la realidad supera a la ficción.