Los muros de la prisión de Comayagua encierran muchos interrogantes. Dentro siguen los más de 450 reos que sobrevivieron al incendio, pero los familiares no creen en las listas difundidas por los responsables del penal y piden ver en persona a sus seres queridos. Hasta ahora, sólo han podido acercarles comida y algunas mantas. Su angustia no desaparecerá hasta que puedan comprobar si sus familiares están vivos o muertos.
Las tareas de identificación de los cadáveres continúan. Los cuerpos han sido trasladados a una morgue de Tegucigalpa. Los primeros cuatro identificados han sido entregados ya a sus familiares, que han empezado a ocupar un polideportivo donde esperan los resultados de las pruebas forenses.
Entre las 356 víctimas mortales podría encontrarse Katia Figueroa, una mujer que fue a visitar a su marido a la cárcel esa fatídica noche de San Valentín. Sólo él salió con vida. También se busca al héroe de la prisión. Un enfermero que salvó decenas de vidas quitándole las llaves a un guardia y abriendo las celdas.
Un motín, una pelea o una fuga que salió mal. Incluso un soborno al director para dejar escapar a varios reclusos. Son algunas de las hipótesis de lo que ocurrió. Tardarán meses en confirmarse.