El economista, detenido este sábado en Nueva York y que tendrá que hacer frente a los cargos de intento de violación, acto sexual delictivo y retención ilegal, era visto como el aspirante socialista favorito de cara a los comicios de 2012.
Dos sondeos publicados hoy por "Le Parisien" y "Le Journal du Dimanche" y realizados entre el 10 y el 14 de mayo, le situaban no sólo como ganador de las primarias socialistas, con el 41 por ciento de los votos, sino también como el político con más posibilidades en la carrera hacia el Elíseo.
Las reacciones al escándalo se han sucedido a lo largo del día y una de las últimas ha sido la de su mujer, Anne Sinclair, quien dijo no haber creído "ni un solo segundo" las acusaciones y no tener "ninguna duda de que se establecerá su inocencia".
El Gobierno, en boca de su portavoz, François Baroin, se ha limitado a decir que "respeta dos principios simples: el del proceso judicial en curso bajo la autoridad de la Justicia estadounidense, y el la presunción de inocencia".
No se ha expresado, en cambio, el presidente Nicolas Sarkozy, que en 2007 apoyó la candidatura de Strauss-Kahn al frente del FMI, pero que tenía en él un posible rival de peso.
Los llamamientos a la cautela se han extendido en partidos de derecha e izquierda, y el PS ha unido filas para pedir, según su primera secretaria, Martine Aubry, que la gente "tenga la decencia necesaria" de esperar a "la realidad de los hechos" antes de considerarle culpable.
La fama de mujeriego de Strauss-Kahn, divorciado dos veces y casado en terceras nupcias, no es desconocida en círculos políticos y periodísticos galos, pero la agresión que se le imputa, según sus defensores, no concuerda con su personalidad.
Otros como la presidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, han sido más críticos y además de afirmar que esos cargos "le desacreditan definitivamente" como candidato a la más alta función del Estado, han invitado a no ser hipócritas en los comentarios.
"Por todo París circulan desde hace meses rumores sobre las relaciones ligeramente patológicas que Strauss-Kahn parece mantener con las mujeres. No puedo decir que me haya sorprendido.
Era un secreto a voces, que algunos califican de pulsión, otros de fragilidad, y yo de patología", sostuvo Le Pen. La tormenta política desatada afecta a tres frentes: al FMI, pese a que la institución destacó hoy que se mantiene "plenamente operativa"; al PS, y a la imagen de Francia.
"Lo encuentro miserable y muy humillante para nuestro país", ha afirmado "a título personal" el diputado de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) Lionnel Luca, para quien "real o falso", este caso "sobre todo desacredita a Francia a nivel internacional".
Entre sus defensores hay en cambio quien cree que a Strauss-Kahn "con toda probabilidad se le ha tendido una trampa". "Esa trampa puede tener muchos orígenes: Puede venir del FMI, de la derecha francesa, de la izquierda. Pero jugar con la imagen de Francia de esa manera no es aceptable", ha lamentado la presidenta del Partido Cristianodemócrata, Christine Boutin.
No es la primera vez en las últimas semanas que su figura es objeto de debate en los medios nacionales.
Una foto difundida en abril en la que aparecía subiéndose a un Porsche en compañía de su mujer levantó críticas sobre el mensaje confuso que esos lujos transmitían al electorado.
Añadió leña al fuego la difusión en la emisora France Soir de informaciones sobre su tren de vida, con trajes que supuestamente superaban los 24.000 euros, y ante las cuales Strauss-Kahn ordenó a sus abogados este viernes interponer una demanda por difamación.
En Francia se recuerda que el director del FMI salió indemne en 2008 de la investigación abierta por ese organismo para determinar si abusó de su posición cuando mantuvo una relación íntima con una subordinada.
En esta ocasión, en cambio, prima la idea de que sus aspiraciones políticas nacionales se han visto truncadas sea cual sea el resultado del proceso, en el que según sus abogados, se declarará no culpable cuando comparezca ante un juez en una audiencia preliminar.