El presidente Obama ha presentado sus presupuestos para el año 2013. Un modelo bastante distinto al que están aplicando los países europeos. Barack apuesta por dar prioridad a la inversión en obras públicas para crear empleo en vez de dedicar todos los esfuerzos a reducir el déficit. Además va a subir los impuestos a los más ricos.
El problema lo tiene el apoyo del Congreso donde no tiene la mayoría suficiente para que se aprobasen estos presupuestos. Se convierten entonces en un programa electoral claramente de izquierdas.
A favor de Obama juega el factor de la economía. La economía norteamericana, aunque poco, pero sí está creciendo ya de modo sostenido. Esta administración entiende que un exceso de austeridad en vez de ayudar a la recuperación económica, lo que haría sería comprometerla y de ahí que se presente ante el pueblo norteamericano con una propuesta arriesgada.
El presupuesto en vez de presentarse en el Congreso, al ser año electoral, se presenta en un mitin, con Obama convencido de que por una vez los norteamericanos creen que hay demasiada desigualdad en su país.
En su propuesta hay ayudas públicas al empleo y los desempleados, programas de formación, contratación de profesores, ayudas a la producción industrial dentro del país y sobre todo mantener el gasto en sanidad, pensiones y el punto clave para cuadrar las cuentas, subir los impuestos a los más acomodados.
"Hay quienes dicen que el presidente quiere una guerra de clases, la guerra de clases es sentido común", dice Obama. Nadie que gane al menos un millón de dólares pagaría menos del 30% de sus ingresos. Buena parte de las clases medias, con ingresos por encima de 150.000 euros al año, verían subir notablemente sus impuestos.
La única reducción notable de gastos sería el militar y en conjunto una reducción sustancial del déficit norteamericano quedaría para el futuro. Por eso los republicanos se llevan las manos a la cabeza y acusan al presidente de no ser honesto y de hacer peligrar la economía del país.
Lo cierto es que unos no quieren subir los impuestos y los otros no quieren reducir los gastos. Un compromiso general queda descartado al menos hasta después de las elecciones.