FC Barcelona

Xavi Hernández y la realidad paralela de la Champions

En el mundo alternativo del entrenador del Barça, la Liga de Campeones es una competición cruel e injusta que no siempre gana el mejor... pero la realidad, como el fútbol, es implacable.

Xavi Hernández, en el banquillo del Barcelona

Xavi Hernández, en el banquillo del BarcelonaEfe

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En la realidad alternativa de Xavi Hernández, una suerte de Matrix culé, el fútbol es un deporte cruel e injusto en el que hace falta mucha suerte. Su Barcelona hizo una primera parte brillante ante el Inter en el Camp Nou (3-3) y tenía el partido controladísimo hasta que Piqué la pifió en la segunda mitad; el planteamiento del partido era bueno, se estaba alcanzando la excelencia y solo errores puntuales privaron a los azulgranas de otra épica victoria. También en el metaverso de Xavi, Dembélé es mejor que Mbappé, Catar es un país que funciona mejor que España y la Champions no siempre la gana el mejor.

Entretanto, su Barça está prácticamente fuera de la Liga de Campeones en octubre... Por segundo año consecutivo. Laporta ha vendido las joyas de la abuela, empeñando al club para los próximos 25 años, pero la Europa League se alza de nuevo en el horizonte como una losa sobre un proyecto económico-deportivo que ni había arrancado. Guardiola pidió paciencia desde Mánchester el pasado año, pero la entidad blaugrana optó por un gasto elevado porque en el Barça no hay temporadas de transición: se compraron un equipo nuevo, palancas mediante, y salvo Bernardo Silva y Azpilicueta vino todo cuanto pidió el entrenador. Llegaba el turno de Xavi.

'Lewy', Ter Stegen y 9 más

El de Terrassa se puede escudar en la dificultad del Grupo C y en las bajas de Araujo, Koundé y Christensen en la zaga, si bien el Inter tampoco contó con Lukaku, su ariete estrella. Nadie señala a Xavi tras un partido que retrata el final de una época: la de vacas sagradas como Piqué y Busquets. Sin embargo, el gran damnificado es el técnico, pues su proyección como jugador hacía presuponer un equipo menos alocado, con más personalidad y control del balón; su Barça no domina los partidos en mediocampo y busca, sustentado en los extremos, la vertiginosidad. Sin embargo, queda siempre expuesto en el intercambio de golpes y solo Lewandowski y Ter Stegen salvan los muebles.

También es una plantilla con dos caras. Líder en la Liga, bajo las órdenes de Xavi solo ha ganado un partido de seis en Champions. Europa mide la auténtica grandeza y el Barcelona lleva consigo una mochila llena de piedras. El equipo se cayó en Múnich al primer golpe y luego, en el Giuseppe Meazza, tiró por la borda el encuentro colgando centros al área que no remató nadie. La vuelta ante el Inter tampoco se puede justificar por errores puntuales defensivos; ha llegado el momento de pedir más y mejores explicaciones a un Xavi con mucho trabajo táctico por delante que insistió en volcar todo el ataque en un errático Dembélé.

Sobre la 'suerte' en el fútbol

En el contexto futbolístico es muy recurrente la utilización de la suerte, sea buena o mala, para explicar el resultado de un partido. Se emplea para justificar derrotas o victorias, para los goles, para los rebotes y para las eliminatorias. Acaba siendo el mejor de los recursos para justificar cualquier cosa. Xavi llama suerte a saber competir, y eso en la Champions significa resistir, luchar durante todo el partido, no venirte abajo a las primeras de cambio y, sobre todo, tener contundencia en las áreas; ser competitivo consiste en transformar el partido desde el banquillo con los cambios, no sufrir un bajón físico en la segunda parte e impedir que el rival explote anímicamente tus errores, así como aprovechar los momentos de debilidad de tu oponente. Nada de suerte.

El fútbol es un deporte mental y jugar bien significa hacerlo con el balón, pero también sin él. Para regresar a lo más alto en Europa, el Barcelona necesita entender el alma de la Liga de Campeones, algo que pasa por no caerte a la primera contrariedad para recuperar la confianza perdida. Sin embargo, el club hipotecó su futuro para ganar en el presente, renunciando así a su esencia. Durante años hablaron de su cantera, explicando el éxito como una consecuencia de una filosofía de juego, no como un fin en sí mismo. Ahora, tras gastar 153 millones de euros en un solo verano para acelerar su metamorfosis, todo aquel discurso parece la filfa de un predicador barato. La Champions no la gana cualquiera, y esa es una verdad incómoda en Can Barça.

En el mundo real, donde los hechos no son alternativos sino contrastados, Dembélé es un futbolista ruinoso y fallón, a años luz del mejor Mbappé. Asimismo, Catar va a albergar este noviembre un Mundial edificado sobre miles de muertos, mientras España es el país número 24 del mundo en el Democracy Index. Pero, por encima de todo, y a falta de que el fútbol cambie sus criterios y estándares para decidir quién es el mejor, el Real Madrid seguirá siendo, injusta, cruel y azarosamente, el vigente campeón de Europa: para ello, solo necesitó marcar un gol más que todos sus rivales. Xavi Hernández haría bien en tomar la pastilla roja.

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