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TRAS LA CUMBRE EN BRUSELAS

Cameron se reúne con diputados conservadores tras su desplante en la UE

El primer ministro británico, David Cameron, recibió anoche a unos 30 diputados conservadores para tratar su polémico rechazo a un nuevo tratado europeo para resolver la crisis en la zona euro.

Al encuentro, del que informa la BBC, asistieron parlamentarios de todas las corrientes de su partido, incluidos euroescépticos, el sector más satisfecho con la actuación de Cameron en Bruselas, que se ha traducido en un aislamiento del Reino Unido.

El euroescéptico Andrew Rosindell declaró a la cadena pública que Cameron había estado "muy relajado" en la reunión y que el ambiente había sido "extremadamente positivo". Uno de los "tories" más proeuropeos, Michael Heseltine, dijo en Radio 4 de la BBC que Cameron no podía suscribir el pacto porque no tiene "una mayoría parlamentaria para llevarnos por ese camino", pese a que sus socios de coalición, los liberaldemócratas, son europeístas. No obstante, subrayó también que la decisión del primer ministro no protegió los intereses de la City, como pretendía, ya que ahora "ellos podrían crear normas para la zona euro que dificultaran las transacciones financieras con el exterior". "No se pueden proteger los intereses de la City flotando hacia el Atlántico", añadió.

"Estamos acostumbrados", decía Angela Merkel

Reino Unido, un historial de negativas
La postura de Cameron no sorprendió porque no es la primera vez que los británicos se mantienen al margen del proyecto europeo. Es un país que sistemáticamente desempeña el papel de freno en todas las negociaciones de nuevos tratados, un reino que una y otra vez se sitúa en el campo de los que quieren un trato único. Es un Estado que recibe del presupuesto de la UE un cheque especial como devolución por los escasos beneficios que obtiene de la Política Agrícola Común y una nación que no va a firmar la Carta de los derechos fundamentales de las ciudadanos de la Unión.

Con su bloqueo al pacto europeo, Londres repite una vez más la historia de sus complejas relaciones con el resto de la UE. En las años 60, el presidente francés, Charles de Gaulle, advirtió de los problemas que traería al continente la adhesión británica, y fue necesario que Londres esperara a 1973 para adherirse al club europeo.

"Estamos acostumbrados" decía este fin de semana Angela Merkel, recordando la archiconocida resistencia de Gran Bretaña a sumarse a acuerdos de gran calado. La tradición euroescéptica de los británicos les hace decir sí a Europa como gran supermercado con casi 500 millones de consumidores, pero no a todo lo que signifique más unión política, monetaria y fiscal. Por eso siguen manteniendo la libra y están fuera del euro.

El poder británico sabe que perdería relevancia internacional fuera de la Unión Europea, porque su conexión estadounidense no le basta y si quiere algo tiene que obtenerlo a través de Europa.

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