Desde el siglo XVIII cuanto Catalina la grande decidió decorar el palacio de invierno con una colección de pintura flamenca, una plantilla de cincuenta felinos protegen a los cuadros de las ratas y ratones. Hace años, los zares descubrieron la debilidad culinaria de los roedores por la pintura.
Salvo el asedio nazi que sufrió San Petersburgo durante la Segunda Guerra Mundial, los gatos han protegido a los lienzos de manera ininterrumpida.
Los felinos tienen prohibido pasear por las salas del museo. La gente puede verlos en verano por los jardines o en el embarcadero.