Análisis
Ousmane Dembélé, un Balón de Oro loquísimo
De estar apartado del PSG hace un año a mejor jugador del mundo en París: el fútbol, ese juego capaz de coronar al Mosquito.

Publicidad
Ni Mbappé, ni Haaland, ni Lewandowski. Si me dices hace un año que Ousmane Dembélé ganaría el Balón de Oro 2025, te habría tomado por loco. Era tan improbable como un lunes sin polémica arbitral. Corría el 30 de septiembre de 2024 cuando Luis Enrique apartaba por indisciplina al 'Mosquito' antes de un Arsenal-PSG de Copa de Europa. Por entonces, su relación con el técnico gijonés estaba casi rota. Pero es que en el fútbol pasan cosas muy locas. Cosas loquísimas. Stranger things. Todo es posible en el fútbol, ninguna idea es lo suficientemente descabellada.
No en vano es el deporte del engaño y los giros dramáticos. Ya hemos visto fenómenos paranormales como al Leicester alzar la Premier League o a Grecia una Eurocopa. En el transcurso de este año el Paris Saint-Germain se clasificó de chiripa para el playoff de la Champions League y terminó ganando su trofeo más esquivo con la mayor goleada que se recuerda en una final; entretanto Dembélé, que en noviembre encadenaba dos suplencias, acabaría consagrándose como el mejor futbolista de la campaña. David Lynch escribió guiones menos surrealistas.
Ousmane ha rentabilizado la mejor temporada de su carrera en el mejor equipo del año. 'Lucho' halló la fórmula para sacar el mejor nivel a un tipo que, hasta ahora, había mostrado un rendimiento intermitente. Tal vez no sea el mejor futbolista del mundo; su Balón de Oro es fruto tanto del talento como de su impecable sentido de la oportunidad. Y es que los criterios para conceder el galardón son inescrutables. ¿Qué demonios se premia en el Teatro del Châtelet parisino? A veces los títulos colectivos, otras el talento individual, aunque siempre bajo el influjo del marketing, eso que los jóvenes ahora llaman aura.
¿Cómo explicamos que los ínclitos periodistas premiaran el año pasado a Rodrigo, arquetipo del centrocampismo, y este curso Pedri y Fabián Ruiz hayan sido relegados a los puestos 11º y 24º respectivamente? Sin embargo, las incongruencias no vienen de ahora y son inherentes al premio; a cualquier premio, me atrevería a decir. Paolo Maldini nunca lo ganó y Cannavaro sí porque a Zidane se le fue la olla en una prórroga berlinesa. ¿Y que Owen estuviera por delante de Raúl? Que Rodri tenga el trofeo dorado en su casa, y Xavi o Iniesta no, parece otra herejía. Así es la vida tras la era Messi-Cristiano.
Lo único seguro, no por ello menos delirante, es que Dembélé ha triunfado donde Vinícius fracasó erigiéndose, como explica el periodista Marcel Beltrán, en el peor mejor jugador del mundo. Cómo olvidar el intento de lambretta en su presentación con el Barcelona que desató las burlas en redes sociales, o cuando un hincha se mofó de él en plena calle diciéndole que era muy bueno... en el FIFA. Sí, Ousmane era genio y villano, mancha y obra maestra, luz y sombra en la misma jugada, pero el destino ha querido que aquel chaval señalado se convierta en rey: cosas del fútbol, ese juego tan loco. Loquísimo.
Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y no te pierdas la última hora y toda la actualidad de antena3noticias.com
Publicidad