España despoblada

Dieciséis años de soledad. El día a día del único vecino de un pueblo

Fernando se fue a vivir al pueblo de sus padres para trabajar y ahorrarse el alquiler y se ha convertido en su único vecino. Ni mayor ni agricultor: tiene 38 años y es monologuista.

Ser el único vecino de tu pueblo.

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La densidad de población en España es de 95 habitantes por kilómetro cuadrado. En la provincia de Soria no se llega a los 9 (una décima parte). Y si nos vamos a Benamira, uno de sus pueblos, encontramos a Fernando, su único vecino. Tiene 38 años y llegó al pueblo con 22, cuando le ofrecieron un trabajo. 16 años después aquí sigue. Eso sí, sin la novia con la que llegó y sin la compañía de Pedro, el único vecino que había entonces y que ya falleció. Lo que era una buena idea para ahorrar en el alquiler viviendo en la casa de sus mayores, le ha convertido en un hombre solo ligado a un pueblo soriano.

Lo peor, cuando llegas al pueblo en invierno, de noche a las cinco de la tarde

“Vivo solo más de doscientos días al año”, dice sin sombra de lamento. Benamira no es un pueblo abandonado ni decrépito. En vacaciones llega a juntar a unos doscientos veraneantes que vuelven a abrir sus casas. El resto del tiempo, la soledad deseada. Porque Fernando tiene novia en Guadalajara, a 90 kilómetros. Una cosa sí que le da más rabia que pena: “en invierno, cuando entras al pueblo por la plaza de la fuente, de noche, piensas: ¿Cómo es posible que no haya nadie en lo que han levantado nuestros abuelos?”

“Monologuista a la fuerza”: ensaya hablando solo por la calle

Fernando trabaja por las mañanas en el mantenimiento de carreteras. Por la tarde siesta, huerto, y salir a correr. También va por las calles hablando solo, ¿Cómo si no?, porque así ensaya sus monólogos. Porque también se ha ganado la vida sobre los escenarios. Así pasa los días: “soy casi un urbanita”, dice. El bar, o “teleclub” es el lugar de encuentro cuando hay vecinos, en las fiestas señaladas. Él tiene la llave, pero “solo lo visita solo” cuando hay algún partido de fútbol que le interese. Sus gastos corrientes se van en teléfono, coche y comida: “con 1.200 euros vives perfectamente y te sobra”.

Después de tanto tiempo solo, “me veo aquí viviendo igual dentro de 20 años”

Llegamos al lavadero del pueblo, esa charca con piedras sobadas donde antaño las mujeres se inclinaban a frotar la ropa: “ahora es un spa”, bromea. Aquí viene a leer alguna tarde. El arrullo del agua y la sombra resultan idílicos pero “como en todos estos pueblos, falta un médico, transporte público, infraestructuras, internet…” Y quizá usted se pregunte: ¿Médico y transporte para un solo vecino?: “es la pescadilla que se muerde la cola. Mientras no haya esos servicios la gente no vendrá”. Y muchos se habrán ido ya por eso mismo. Aún así, Fernando lo tiene claro después de tres lustros largos: “me veo aquí dentro de 20 años. Aunque sea solo”.

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