Santa Elena. Aquí acabó sus días Napoleón tras ser derrotado en Waterloo. Se buscó un lugar inaccesible... Por eso se le ubicó allí, a 7.000 kilómetros de París.
En la granja Longwood, al norte de una pequeña posesión británica perdida en el Atlántico, sin tierra firme a menos de 1.900 kilómetros a la redonda. Napoleón lo describe así en una misiva a su esposa María Luisa de Austria: "Un lugar donde todas las flores se marchitan, no puede ser aconsejable para las personas".
El encarcelamiento al principio no fue tan severo. Se le permitía montar a caballo, y él y su séquito intentaban atenuar el exilio con 17 botellas de vino al día. Pero las condiciones se fueron endureciendo con los años. Se acabaron los lujos, los paseos y Napoléon ordenó instalar unas mirillas para vigilar a unos carceleros de los que se fiaba cada vez menos. No en vano, hay quien sospecha que murió envenenado con arsénico. Hoy, dos siglos después, este inmueble, cargado de secretos, sufre diversos males.
"Los suelos... las paredes... Todo esto necesita ser arreglado. Restauraremos la tarima, las paredes y el techo", explica el restaurador jefe Michel Dancoisne-Martineau.
Por eso Francia, ha decidido cuidar de esta morada, además de con obras, con la instalación de unos deshumidificadores que recogen 9 litros de agua en sólo 3 horas. También combatiendo a un ejército que habría sido invencible para el mismísimo emperador: las termitas.
Aunque su cuerpo ya no está presente en Santa Elena, la procesión de turistas es incesante. Para unos héroe, para otros tirano, todos quieren sentir el viento que padeció hasta el fin de sus días uno de los hombres más poderosos de la historia.