Sentimientos
Los celos: 6 preguntas y respuestas para saber cuándo hay que temerlos
Las parejas se dividen entre los que se leen los móviles y los que no, entre los que escuchan las conversaciones ajenas y los que no, entre los que fisgan en las redes y los que no, y ¿cómo se llama esta variable que nos distingue como parejas? La respuesta es los celos.
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Los celos están presentes en nuestra vida cotidiana. Todos hemos experimentado una situación de celos, en la familia (entre los hermanos donde puede que unos acaparen mayor atención de los padres), en el trabajo (relaciones entre compañeros y superiores), con los amigos… Sentir celos es un fenómeno bastante corriente y habitual en nosotros y no por ello tiene que ser un problema en nuestras relaciones.
Entonces… ¿por qué “los celos” parecen un comportamiento patológico? Hemos visto en la literatura (Shakespeare en “Otelo, el moro de Venecia”, Proust en 'Un amor de Swann', o Zola en 'La bestia humana'), las grandes obras musicales ('Carmen' en la ópera de Bizet) y sobre todo el cine ('Durmiendo con su enemigo', 'Átame'), cómo los celos se presentan como sentimientos o emociones negativas, que surgen por un afán exagerado de poseer a alguien de forma exclusiva, cuya base es la infidelidad (real o imaginada) de la persona a la que se ama desde el punto de vista del amante en una relación de pareja. Y, de esa manera, culturalmente, cuando hablamos de problemas de celos, solemos relacionarlos exclusivamente con la relación de pareja (los llamados “celos románticos”). También la psicología, que empezó a interesarse por el estudio de los celos en la década de los 70, se centra mayormente en el ámbito de la pareja.
¿A qué podemos considerar comportamientos celosos? Pues, queridos lectores, éstos no son universales, sino que varían enormemente en función de la cultura de la que hablemos. Esto se debe a la gran diversidad de creencias humanas sobre lo que constituye una relación estable de pareja, lo que supone una amenaza a tal relación y lo que se debe hacer para proteger una relación amenazada. Por ejemplo, en épocas pasadas, los celos cumplían una función social reconocida (y prestigiosa) en el ámbito de las relaciones familiares y de la pareja, encontrándose vinculados a temáticas como el honor, los preceptos religiosos o la legislación sobre la propiedad. Las conceptualizaciones sobre los celos han ido transformándose en función de las prácticas y sistemas de creencias vigentes en cada momento histórico. Llegando a la actualidad, donde nuestra cultura considera los celos extremos un trastorno mental con nombre propio, la “celotipia”, un subtipo del trastorno delirante relacionado con la esquizofrenia.
[[H4:¿Cómo distinguimos entre celos “normales” y patológicos?]]
Los celos son una emoción compleja. El término Celos procede del griego Zein a través del latín Zelus, que significa ardor, celo; haría referencia a ardor o pasión por algo, y también como apasionada sospecha de que la persona amada ponga su interés en otro.
Los celos “normales” son una emoción compuesta por componentes afectivos, cognitivos y conductuales. Los celos en la pareja (los “celos románticos”) son la forma más frecuente e importante de vivirlos. Si tenemos en cuenta los estudios que hacen referencia al núcleo afectivo y experimental de los celos románticos, podemos decir que los celos se ven como una mezcla de algunas emociones básicas, tales como la ira, la tristeza y la sorpresa, que surgen de una evaluación de amenaza real en la relación.
¿Tienen su parte positiva?
Aunque en nuestra sociedad occidental los celos tienen una connotación negativa, esta emoción tiene su parte buena y adaptativa. Los estudios consideran que los celos son un mecanismo heredado de nuestros antepasados, que todas las personas sentimos (aunque lo expresemos de diferentes maneras), y cuya finalidad es la protección y mantenimiento de la relación de pareja, puesto que actuarían como una señal de alarma ante una posible amenaza. Los celos que se experimentan con la única función de proteger la relación son esenciales para experimentar el amor y el mantenimiento de la estabilidad de la relación romántica, tal y como en el reino animal se puede ver en inmensidad de situaciones.
Este tipo de celos, esta posesividad tiene lógica genética y ha influido en la supervivencia de las especies. Por ejemplo, los machos celosos de cualquier especie vigilan a sus cónyuges más asiduamente. Por lo tanto, los machos celosos tienen más posibilidad de engendrar a sus hijos y transmitir sus genes. Por su parte, las hembras que no toleran la presencia de otras hembras obtienen más protección y beneficios. Debido a sus celos han adquirido recursos adicionales, por lo cual su progenie tiene más posibilidades de sobrevivir. De esta manera, las criaturas celosas se reprodujeron y mantuvieron a través de los tiempos gracias a las diversas manifestaciones de ese sentimiento que llamamos celos. Desde esta perspectiva adaptativa, los celos son vistos como algo positivo, como una forma de experimentar el amor, como un estabilizador de las relaciones románticas, con el fin de evitar amenazas hacia la estabilidad de la pareja y el mantenimiento de lo que uno desea.
¿Cuándo debemos estar alerta?
Sin embargo, cuando los celos llegan al extremo, pueden suponer enormes costes psicológicos y económicos en las personas y en la sociedad, conduciendo a comportamientos agresivos, como la violencia doméstica, suicidios y asesinatos. Y así, si hablamos de celos patológicos, estamos hablando de casos en los que no hay amenaza real o ésta no es acorde al nivel de celos experimentados. Este tipo de celos son propios de personas que experimentan variables como baja autoestima, baja autoconfianza, baja empatía por los demás, miedo a la soledad, necesidad de aprobación, neurosis, depresión y hostilidad generalizada. Dentro de la pareja estas personas son emocionalmente débiles y muy dependientes, con unos apegos inadecuados hacia el otro.
¿Los sentimos igual hombres y mujeres?
Si hablamos de la forma de expresar y de sentir los celos según se sea hombre o mujer, los estudios demuestran que estos hechos dependen más de cómo sea cada individuo y sus variables de personalidad que al género al que se pertenece.
Respecto a las diferencias sexuales en cuanto a la naturaleza de los celos los correlatos neurobiológicos apuntan a que las áreas implicadas en los celos son diversas, siendo algunas específicas de cada sexo, y otras comunes para ambos.
Algunas áreas que intervienen son: la corteza visual, el tálamo, la corteza cingulada anterior o la corteza prefrontal, entre otras, mediadas a su vez por varios neurotransmisores como la vasopresina, la oxitocina o la dopamina.
Dicho esto, parece que también hay una mayoritaria respuesta por parte del género femenino a los celos como dolor emocional y en los hombres se tiende a la agresión física.
En resumen, admitamos el animal celoso que todos llevamos dentro pero desde la razón, el control y el respeto al otro.
Alicia López Losantos, psicóloga y coach.
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