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La operación salida no es para los ganaderos: "No recuerdo ir a la playa o al cine con mis padres"

Jonathan Cives lleva desde los 14 años dedicado al campo. Apenas tiene una tarde libre a la semana y las vacaciones, si las hay, se reducen a una semana al año.

Imagen de Jonathan Cives.

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Mientras buena parte de la población prepara las maletas, hay quienes no entienden de operación salida, ni puentes, ni temporadas altas. Es el caso de Jonathan Cives, un ganadero gallego de 38 años, que desde los 14 vive dedicado al cuidado del ganado.

"No recuerdo bien cuándo empecé, pero fue de adolescente. Empezamos con una granja de cerdos, luego cambiamos a terneros de carne", cuenta desde su explotación en Mazaricos, A Coruña.

Hoy gestiona unas 700 cabezas de ganado, una cifra que exige compromiso total. "Mis semanas están organizadas por días de entrada y salida de terneros, limpieza, alimentación, vacunación… y cada día hay que revisar que todos los animales estén bien. Es una rutina que nunca se detiene", explica Jonathan.

"El campo tiene sus tiempos"

A diferencia de muchos trabajos, la ganadería no se ajusta a un horario fijo. "Libro una tarde a la semana, si se puede. Ese rato lo paso con mi mujer y mis hijos, pero muchas veces ni eso. Aquí cualquier imprevisto puede fastidiarte el día", ha remarcado el gallego.

Jonathan evita hacer planes con antelación: "No soy de programar. El campo tiene sus tiempos y muchas veces cambian sin avisar".

Con la llegada del verano, los ganaderos se enfrentan a un nuevo pico de trabajo: la vigilancia de las cosechas. "Es la comida de todo el año, y si fallas ahí, fallas en todo. Julio y agosto son meses clave, y en septiembre toca recogerla. Por eso nuestras vacaciones son cuando el resto vuelve. Y eso, si el clima lo permite", explica.

Jonathan suele tomarse una semana al año, aunque, tal y como ha delcarado, no todos los compañeros pueden decir lo mismo: "Algunos han tenido que cancelar vacaciones y perder vuelos. Si el tiempo no acompaña, toca quedarse".

Reconoce que, respecto a sus padres, la situación ha mejorado en cuanto a tecnología e infraestructuras. "Ahora tenemos más maquinaria, lo que nos permite hacer trabajos duros en menos tiempo. Antes se hacía todo con más esfuerzo físico". Sin embargo, el nivel de exigencia ha aumentado: "Tenemos más ganado, más responsabilidades. El trabajo no disminuyó; cambió".

Y aunque la dedicación es extrema, Jonathan tiene claro por qué sigue. "Me gusta lo que hago. Si vienes con alegría a trabajar, lo llevas mejor. Pero si lo haces por obligación, se convierte en un sacrificio diario".

Jonathan recuerda que sus padres jamás se tomaron vacaciones. "Nunca fui con ellos a la playa o al cine. Pero gracias a su sacrificio estamos donde estamos. Sabían que antes de disfrutar, había que trabajar duro".

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