El conocido fenómeno de 'trabajar a a la española', es decir, jornada partida, horarios que pueden alargarse más de la cuenta y 60 minutos mínimos para comer está siendo ahora replanteado ante la proposición en el Congreso de volver al horario británico. “La comida es también un factor de reunión”, asegura Alfonso del Gallo, director general de una empresa madrileña. Reuniones gastronómicas de las que salen negocios, justifican los directivos, que ven complicado cambiar.
A pie de oficina, las ventajas de los horarios racionales se ven mejor. Covadonga Menéndez, empleada de una empresa de marketing, reconoce que “a nivel familiar, la conciliación del horario laboral con otros países sería bastante mejor”.
El 40% de los trabajadores llega tarde a casa, y sólo dos de cada diez dedican dos horas de media a cuidar de los hijos, una realidad que cambiaría con la jornada europea. Aseguran que salir como tarde a las seis aumentaría la productividad cerca del 20% y reduciría el absentismo un 30%. Muchas grandes compañías apuestan por la flexibilidad horaria.
En otras empresas van más allá: sus trabajadores no tienen horarios. “Cuando estoy trabajando tengo la cabeza en el trabajo y no estoy pensando en que mi hijo no me ve", es una de las ventajas de las jornadas flexibles que destaca Claudia Di Renzo. La directora de Recursos Humanos de su empresa, Elvira Alcalá-Zamora, añade que de este modo la productividad es mayor y los empleados se vuelves más comprometidos.
Frente a estas experiencias, en España lo normal son los horarios cerrados. Un modelo de trabajo que deja este dato: el 60% de los empleados reconoce que, a pesar de salir tarde, no llega a terminar las tareas diarias.