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TOROS | SAN ISIDRO

A pesar de la capea, Juan del Álamo

El salmantino corta una oreja en una tarde en la que nos novillos de Carmen Segovia desprestigiaron Las Ventas. Tomasito y Miguel de Pablo despacharon sin pena ni gloria.

Cuando el 7 se lió a corear en el tercio de banderillas del quinto la canción de “la cabra, la cabra…” Madrid ratificó su defunción taurina. En ese momento, la plaza, santo y seña de muchas cosas, tocó fondo.

Da pena, mucha pena, ver convertida a Madrid en una plaza de pueblo más, al público en las hinchadas del Gran Prix de Ramón García y a los profesionales lidiar como en una capea de despedida de soltero.

Tomarse en serio lo que pasó en Madrid es hacerle un flaco favor a todos. Aceptar como novillada los animales de Carmen Segovia que soltaron al ruedo es insultar a quienes domingo sí y domingo también se juegan los muslos en la temporada venteña con auténticos corridones de toros.

El mejor parado del show fue Juan del Álamo, que paseó una oreja del buen segundo. Ese novillo de Carmen Segovia, encastado, tuvo buen fondo por los dos pitones.

Motor para venirse pronto, con fijeza y estilo por el derecho; y sobre todo un pitón izquierdo de irse hasta el final. Del Álamo le cogió el aire pronto aunque siempre se lo pasó por fuera. El salmantino ligó, aprovechó el buen son y calentó rápido a la gente, fundamentalmente, por su actitud en la cara de los novillos.

De los tres que hicieron el paseíllo, el salmantino fue el único que quiso de verdad. Y Madrid, que siempre ha sabido ver y reconocer a los novilleros que vienen dando la cara, se puso a favor.

El novillero aprovechó la inercia del novillo, al que llamó siempre de largo, para ligar las series, que salieron más limpias al natural, aunque tuvieron más importancia en redondo, pues fue donde más y mejor sometido llevó al de Segovia, que por ahí tenía el defecto de mirar y pensárselo al final de la embestida.

Una estocada muy efectiva aunque caída puso en sus manos la oreja que pudo cortar en su presentación y que, precisamente por los aceros se le resistió. Otra le pidieron en el quinto tras una fortísima voltereta al entrar a matar.

El novillo, escurrido e impresentable, se lo pensó siempre en la muleta, midió y le esperó a la hora de montar la espada. Del Álamo lo había pasado por los dos pitones sin volver nunca la cara, echándole ganas aunque no saliese limpia la cosa.

Frente a sus compañeros, y a muchos de los matadores que han pasado ya por la feria, es de alabar su actitud y disposición. Y ha demostrado que sabe torear. Se volcó a matar y, pese a la paliza de la voltereta, el novillo cayó muerto. La ovación fue muy justa, la petición de oreja, demasiado.

Sus dos compañeros no dijeron nada. Tomasito tuvo un lote difícil pero no está. El primero se metía siempre por dentro y cabeceaba, enganchándolo mucho. El cuarto, de Torres Gallego, lucía dos puntas que hizo descomponerse a todos.

Al chaval el primero, que cuando buscó apoyo en su cuadrilla fue todavía peor. El mitin del lidiador fue de los que hacen historia. Una capea digna del Gran Prix. Y vergonzosa la actitud del público cachondeándose de ello. ¿De verdad que es la primera plaza del mundo?

Miguel de Pablo lo pasó mal con un tercero muy encastado y exigente. El de Colmenar no acertó a cogerle la distancia ni el sitio y el de Carmen Segovia se montó encima. El de Torres Gallego sexto tuvo mejores hechuras y buen aire y el novillero protagonizó un trasteo muy irregular sin terminar de cogerle el aire. Lo mejor, un espadazo final, que lo tumbó sin puntilla.

5ª de San Isidro.

Tres cuartos de entrada.

Cuatro novillos de Carmen Segovia, terciados, sin remate y varios de ellos impresentables. Dos remiendos (4º y 6º) de Torres Gallego, con cuajo. Destacaron el 2º por su nobleza. Encastados y exigentes 3º y 4º. 1º complicado y con genio. 5º deslucido y complicado. 6º manejable y con movilidad.

Tomasito, silencio y silencio.

Juan del Álamo, oreja y saludos.

Miguel de Pablo, silencio tras aviso y silencio.

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