Sida
Día Mundial del Sida: recordar para no retroceder
Cada 1 de diciembre, el lazo rojo vuelve a recordarnos que el VIH sigue presente. La enfermedad que marcó a toda una generación ha dejado de ser una sentencia de muerte, pero el riesgo no ha desaparecido.

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El 1 de diciembre se conmemora el Día Mundial del Sida, la enfermedad que marcó a toda una generación. Hoy la ciencia ha avanzado, los tratamientos permiten vidas plenas y sin transmisión, pero la memoria colectiva se debilita. El Día Mundial del Sida es una llamada a no bajar la guardia.
El lazo rojo sigue siendo necesario. No por nostalgia, sino por compromiso: recordar lo que se ha logrado, lo que aún queda por hacer y a quienes nunca deben quedar atrás.
Cuando el miedo era otro virus
En los años 80, el sida llegó envuelto en incertidumbre y prejuicios. El desconocimiento generó pánico, marginación y silencio: muchos temían contagiarse, pero aún más, contarlo. El estigma social convirtió la enfermedad en un tabú que acompañaba al diagnóstico. Mientras la ciencia buscaba respuestas, miles de personas luchaban en soledad contra el virus y la discriminación.
Las campañas de concienciación marcaron un antes y un después: mensajes directos sobre protección, uso del preservativo y pruebas diagnósticas ayudaron a derribar mitos. La sociedad aprendió la diferencia entre VIH (el virus) y Sida (fase avanzada de la infección) y a entender cómo se transmite realmente el virus. La educación, más que cualquier medicamento de la época, se convirtió en la herramienta decisiva para salvar vidas y romper el estigma.
Del miedo a la relajación
Décadas después, el VIH ya no intimida como antes. Muchos jóvenes no vivieron el impacto de la epidemia y se sienten ajenos al riesgo, lo que ha favorecido conductas de descuido: menos uso del preservativo, más confianza y un falso sentido de seguridad. Hoy, para una parte de la juventud, preocupa más un embarazo que una infección por VIH, y eso explica el repunte de casos no diagnosticados a tiempo.
Gracias a los avances médicos, una persona con VIH puede llevar una vida normal, logrando que el virus sea indetectable, lo que significa que no puede transmitirse, siendo una enfermedad crónica controlable, pero no erradicada. El objetivo global marcado por ONUSIDA –95-95-95– busca que el 95% de las personas con VIH estén diagnosticadas, que el 95% reciba tratamiento y que el 95% logre ser indetectable. Si se consigue, el virus podría quedar relegado a un mínimo histórico y acercarse a su desaparición como amenaza pública.
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