Benzema entra en los vestuarios de Riazor

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Deportivo de La Coruña 0–2 Real Madrid

Casi, pero no

Entre la esperanza y éxito, el Madrid naufragó en el casi, el peor de los noes. Tras tantos meses resistiendo cuando la realidad aconsejaba rendirse, los de Zidane terminaron por encontrar la derrota definitiva en una victoria.

Por @MarioCortegana.

Estaba obligado el Madrid a jugar dos partidos paralelos, uno en cuerpo -en La Coruña- y otro en alma -en Granada-. El primero lo daba por ganado, más que por la amplia superioridad y por ser el único con algo gordo en liza, por aquello de que el rival estaba como empezó el año: a hostias. La expectativa respecto al segundo no era tan generosa, sino más una cuestión de confianza infundada que de lógica: dónde, si no en Granada, destino preferido de los erasmus extranjeros, cabría esperar que se montase una tan gorda.

En ningún momento quiso parecer el Dépor un obstáculo en el camino del Madrid. Los de Zidane mandaron de inicio a fin, de cabo a rabo. El primer gol, de Cristiano, valió por lo tangible, el 0-1, y por lo intangible, la presión al Barça. El portugués estaba dispuesto a pelear a gol limpio por LaLiga, y con igual o más ansia por el Pichichi y la Bota de Oro. Pudo hacer el segundo en el 14’ Ramos, pero no conectó su cabezazo oportunamente. En el 22’ llegó el 0-1 del Barça, obra y gracia de Luis Suárez, que desplumó los quiméricos sueños del madridismo.

El segundo de Cristiano, en el 25’, sentenció el partido y lo convirtió definitivamente en un entrenamiento, un rondo con porterías y con el Dépor de sparring blanco. Al portugués le sobraban aún ganas de más, pero las estrelló en el palo -29’- y en el larguero -34’-. Entre medias pudo lucirse Pletikosa ante un buen tiro de Benzema. Era evidente que el Dépor no tenía prima; tampoco ganas y orgullo. Sólo Fede se salía del guion con un par de tiros lejanos y de escaso peligro.

Cuando Luis Suárez hizo el segundo en el 38’ en Granada, sin oírse, hubo dos silbatazos finales. A Madrid y Barça les sobraban poco más de medio partido, ya más pendientes de celebrar y lamentar, respectivamente, que otra cosa. Los únicos alicientes eran los ya citados Pichichi y Bota de Oro, y sortear lesiones pensando en las finales.

Quedándose Cristiano -salió un gris James- en el vestuario tras la primera mitad, las segundas partes pasaron a ser protocolarias. Sólo fenómenos paranormales aislados como la reciente primera ausencia de Jordi Hurtado en las sobremesas televisivas en 19 años, o absurdas teorías como la de Simeone y su Liga peligrosamente preparada aguantaban las lunáticas esperanzas del más fiel de los madridistas. Lo cierto es que nada tarda más en llegar como lo que no empieza, y la remontada del Granada ni siquiera se asomó al mundo de lo real.

Como a James, Zidane también dio minutos a Isco, en este caso para dosificar a Kroos. El Madrid siguió dominando, pero dejando meter cuchara a un Deportivo en franca mejoría, hasta el punto de ser Keylor el mejor de los visitantes, salvando un buen tiro de Lucas Pérez en el 54’ y un remate a bocajarro del canterano Rober.

Terminó el Madrid intentando el tercero, más por inercia que por ambición, pero un gran Isco no terminó con gol una preciosa combinación con Carvajal y a Marcelo, sin ángulo, se le hizo demasiado grande Pletikosa en dos jugadas.

De El Molinón a Riazor, el Madrid ha braceado entre el todo lo que se puede reprochar a Benítez y la nada que objetar a Zidane. Por ello recordará esta Liga como lo que pudo ser y no fue. Si es cierto aquello de que de los errores se aprende, quizá esto sirva para afinar la puntería cuando haya que elegir entrenador en un futuro. De momento, esta historia ya es historia.

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