Capítulo 68
Asuman llega rota a casa de Ifakat: la conversación que destapa la verdad de los Korhan
Las dos han sido expulsadas y se sienten traicionadas. Pero en esa casa, el apellido Korhan pesa más que la verdad.

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Asuman ha llegado rota. Sin casa, sin respaldo y con el vídeo íntimo circulando como una condena. Tras lo ocurrido, solo le quedaba un sitio al que ir: Ifakat.
La joven apenas podía respirar del miedo. No dejaba de hacerse las mismas preguntas, una detrás de otra, como si repitiéndolas pudiera borrar lo que pasó: cómo ha llegado a esa situación, por qué alguien puede ser tan malo, cómo se puso “en un lugar tan horrible”. Y, sobre todo, la culpa: cómo pudo acostarse con un hombre que apenas conocía.
Ifakat, por una vez, no ha sido dura. Le ha dicho lo que Asuman necesitaba oír para no hundirse: que no podía imaginar que terminaría así y que no tenía forma de saber con quién estaba tratando. A partir de ahí, ha llevado la conversación a algo más profundo: el apellido Korhan funciona como un símbolo, como un techo bajo en el que uno se esconde y se protege. Y fuera de ese techo, la realidad es otra.
Entonces, casi sin darse cuenta, Asuman ha hablado de su propio error: haberse quedado después de la muerte de Fuat, soportando una vida donde se espera que una viuda deje de ser mujer. Lo ha dicho como quien se quita un peso de encima. Porque Ifakat lo sabe: ser viuda ya es difícil, pero vivir con la familia del marido lo es aún más.
En esta larga charla, la cuñada de Ferit la ha escuchado como si estuviera entendiendo tarde lo que siempre estuvo delante: en los Korhan el pecado nunca es del hombre, siempre es de la mujer y, por tanto, el juicio se hace en casa.
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