La Progress está fuera de control, y hasta el momento no se ha conseguido restablecer la conexión con ella. Hasta unas horas antes de su caída no se conocerá el punto exacto. Se supone que la nave se desintegrará al entrar en la atmósfera.
Ninguno de los intentos por comunicarse han dado fruto. La nave sigue dando tumbos en una órbita que la llevará a desintegrarse en la atmósfera en menos de una semana si no se consigue recuperar el control.
La cápsula dejo de trasmitir datos segundos después del desacoplamiento con el cohete que la puso en órbita. Un apagado incorrecto de los motores y el choque tras la separación son los motivos que se barajan como causantes de daños en el sistema de a bordo.
Sin comunicaciones, va a ser imposible determinar lo que sucedió y lo más importante, programar una reentrada controlada.
“Habrá que esperar a que su órbita vaya decayendo para poder estimar cuando y donde se precipitará en la atmósfera”, indica Miguel Ángel Molina, responsable de negocios de GMV Aerospace.
Una vez entre en la atmósfera, el rozamiento y la velocidad, su desplazamiento a más de 7.000 kilómetros por hora provocará que la nave se desintegre casi en su totalidad.
Los fragmentos que se desprendan caerán en un área que cubre la inmensa mayoría de la Tierra, comprendida entre el paralelo 52 Norte y el paralelo 52 Sur. Pero sólo unas horas antes, los técnicos sabrán el lugar aproximado.
Trasporta 2,5 toneladas de suministros, pero su pérdida no afectará a los actuales tripulantes de la Estación Espacial Internacional, que tienen oxígeno y alimentos suficientes.