Galicia

El milagro de Roblido, la aldea de Ourense que se salva de las llamas gracias a la labor de sus vecinos

En las imágenes aéreas parece imposible: un pequeño pueblo, intacto, rodeado por kilómetros de devastación. Parece un milagro. Pero lo que ocurrió en Roblido es el resultado de la unión de sus vecinos. El incendio que no pudo con un pueblo.

El milagro de Roblido, la aldea de Ourense que se salva de las llamas gracias a la labor de sus vecinos

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La pandemia lo cambió todo para Roblido. El teletrabajo trajo de vuelta a los hijos y nietos del pueblo, y la aldea pasó de tener 8 habitantes estables a 24. En verano, se supera el centenar. Muchos volvieron a rehabilitar las casas de sus abuelos, de piedra y madera, y a reconstruir comunidad. Pero no solo volvieron a vivir: también a prevenir.

Desde hace un par de años, cada calle del pueblo cuenta con mangueras profesionales, instaladas por el Concello a petición de los vecinos. "Es que aquí ya sabíamos que tarde o temprano podía pasar", cuenta Álex López.

Y así fue. La alerta saltó el jueves pasado. Se avistó un foco en Seadur, al otro lado del Sil. El fuego avanzaba. Sin esperar refuerzos, que no podían llegar en ese momento, unos 40 vecinos comenzaron a desbrozar alrededor del pueblo, construyendo un cortafuegos de 50 metros.

El viernes, a media tarde, el fuego cruzó el río. En 15 minutos, recorrió más de 3 km de monte. "Sabíamos que venía, pero no así. No tan rápido. No tan brutal", recuerda Carmen Macías.

Primero, evacuaron a 80 personas por un viejo cortafuegos forestal, en coches que apenas podían pasar. Lo siguiente fue quedarse. Unas 40 personas, sin cobertura y ayuda externa, decidieron no marcharse. Se dividieron por zonas, sacaron las mangueras, los cubos, ramas, machetes y todo lo que encontraron. "No teníamos batelumes, ni bombas, ni camiones", dice Javier Fernández, presidente de la Comunidad de Montes.

Durante cuatro horas, defendieron el pueblo de un fuego que arrasó todo lo que tocaba, y que se ha convertido en el incendio de mayor dimensión de la historia de Galicia. Pero en Roblido no pudo entrar.

El paisaje hoy es brutal. Basta con mirar la ladera para ver árboles que parecen esqueletos. La carretera que sube al pueblo es una línea de ceniza. Todo está muerto, menos Roblido.

En los días siguientes, los vecinos patrullaron día y noche para evitar rebrotes. Aún sin dormir, hoy se empieza a hablar de reconstrucción, de reforestación. Piensan en el futuro.

Las emociones siguen a flor de piel. Julen se emociona al recordar cómo él y su hija pelearon contra las llamas. Y Laura López, que colaboró en la evacuación de los más vulnerables, da las gracias al Ayuntamiento de Quiroga por acoger a los evacuados, "por cómo trataron a nuestra gente".

Y Carmen lo reconoce, bajando la voz: "Algo de suerte tuvimos también. Si el fuego hubiera subido por la noche, nos habría pillado durmiendo. No lo habríamos contado".

Pero lo que salvó a Roblido no fue un milagro. Fue logística, unión y coraje. Morir o vencer al fuego. Y vencieron.

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