Reforestación
Galicia culmina el operativo aéreo para alimentar a la fauna tras los incendios: “Sin animales, sin bosques, no hay futuro”
Se repartieron más de 100.000 kilos de alimento por helicóptero tras los incendios de Ourense. En tierra, continúan los trabajos de regeneración vegetal

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En mitad del silencio que dejaron las llamas, un helicóptero rompe la calma. Desde el aire, descienden lentamente pacas gigantes de paja sujetas por redes especiales. Es una misión de ayuda para los animales que sobrevivieron al fuego.
Ciervos, corzos y aves como los tordos comienzan a acercarse a estos puntos de reparto en busca de alimento. Es parte de una acción pionera impulsada por la Xunta para suplementar la alimentación de la fauna silvestre en las zonas más devastadas por los fuegos forestales de este verano.
A través de un sistema de distribución aérea conocido como helimunching, la Consellería de Medio Ambiente completó el reparto de más de 105.000 kilos de paja, cereales y bloques de sal en zonas de muy difícil acceso terrestre, con el objetivo de ayudar a los animales a sobrevivir este otoño mientras el monte intenta regenerarse.
“Por primera vez vimos necesario actuar así. Son fuegos sin discontinuidad, donde no quedaron zonas verdes entre medias, y los animales no tienen alimento”, explica la conselleira Ángeles Vázquez durante uno de los vuelos de supervisión. “Queremos que la fauna se quede en su entorno habitual, sin verse obligada a desplazarse grandes distancias, lo que los hace más vulnerables”.
También han participado voluntarios
Los trabajos se centraron en entornos con vegetación aún viva, especialmente en laderas de orientación norte, donde los animales pueden refugiarse. Participaron un helicóptero equipado con redes certificadas para uso aeronáutico y un equipo técnico que seleccionó previamente las mejores localizaciones para los repartos.
La operación aérea, que alcanzó su noveno vuelo esta semana, se suma a los trabajos manuales que ya se vienen realizando en tierra en municipios como Larouco, Manzaneda, A Veiga, Montederramo, A Pobra de Trives o O Bolo. En total, más de 650 voluntarios colaboran en estas acciones, que continuarán en las próximas semanas con el objetivo de cubrir también zonas accesibles.
El esfuerzo económico para cubrir este operativo asciende a 270.000 euros, solo en alimentación. “Los bloques de sal son imprescindibles”, destaca Vázquez. “En un incendio de esta magnitud, la naturaleza deja de aportarlos, y los animales los necesitan para sobrevivir al invierno”.
Es, según los voluntarios, una inversión en futuro. “Sin animales en el territorio, deja de haber bosques. Deja de ser Galicia. Necesitamos proteger a todos, desde los polinizadores hasta los grandes herbívoros. Esta es una forma de devolverles lo que les arrebató el fuego”.
El impacto ambiental de los incendios aún está por calcular. Así lo reconoce Tomás Fernández Couto, biólogo y subdirector xeral de Espacios Naturales:
“Galicia es un territorio con una biodiversidad extraordinaria, porque confluyen elementos atlánticos y mediterráneos. Pero esa riqueza también es muy frágil ante catástrofes como esta”.
"La fauna intenta adaptarse"
Fernández Couto explica que en el caso de pequeños insectos o artrópodos del suelo, el daño ha sido seguramente irreversible. “No tienen posibilidad de escapar. Pero en otras especies hay cierta resiliencia. Aun así, necesitamos al menos dos años para tener datos claros sobre cómo han cambiado las poblaciones”.
Entre los avistamientos recientes, destaca uno especialmente simbólico: un oso pardo se dejó ver en Pena Trevinca tras los incendios. “Es una prueba de cómo la fauna intenta adaptarse. Pero también una señal de alerta: debemos estar preparados para protegerla”.
Mientras desde el aire se distribuye alimento para la fauna, en tierra también se lucha por la recuperación de los ecosistemas. Este sábado, más de 50 personas convocadas por Obra Social de Abanca participaron en Manzaneda en la primera jornada de voluntariado ambiental.
La actuación se centró en proteger acuíferos como el del Rego da Mourela. Divididos en grupos, los voluntarios construyeron barreras de piedra y estructuras de ramas para frenar la erosión, además de aplicar técnicas de mulching con paja para retener la humedad y favorecer así la regeneración vegetal
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