Las Ventas

Morante de la Puebla se corta la coleta en Las Ventas tras una faena histórica y se despide del toreo

El maestro sevillano se retira entre lágrimas tras cortar dos orejas, salir por la Puerta Grande y emocionar a la afición en el homenaje a Antoñete.

Imagen de Morante de la Puebla en Las Ventas.

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A las 19:37 horas del 12 de octubre, en la plaza de toros de Las Ventas, José Antonio Morante Camacho, conocido como Morante de la Puebla, firmó una de las páginas más emocionantes de la historia reciente de la tauromaquia.

Tras cortar dos orejas y abrir por segunda vez en su carrera la Puerta Grande madrileña, el diestro sevillano se dirigió al centro del ruedo, se quitó la montera... y se cortó la coleta. En completo silencio, sin aspavientos, mientras los tendidos estallaban en gritos de "¡torero, torero!".

Nadie lo esperaba. Ni sus compañeros de cartel ni los aficionados. Morante puso fin a su carrera a los 46 años y tras 28 de alternativa, justo después de rubricar una faena que quedará en la memoria colectiva.

La faena final: valor, arte y conmoción

El cuarto toro de la tarde, al que desorejó, estuvo a punto de dejarlo fuera de combate. Una voltereta brutal mientras toreaba de capote lo dejó conmocionado en la arena.

Pese a ello, rechazó pasar a la enfermería y regresó al ruedo entre la preocupación de la plaza. Apoyado en la barrera y visiblemente afectado, volvió a empuñar la muleta. Lo que vino después fue una faena cargada de verdad, ajuste y temple. Una estocada en lo alto y dos orejas que certificaron su salida por la Puerta Grande.

Una jornada histórica

La tarde era ya especial. El festival homenaje a Antonio Chenel 'Antoñete' había comenzado por la mañana con la participación de figuras históricas como Curro Vázquez y César Rincón. Fue una evocación del toreo clásico y una celebración emotiva, coronada por un lleno absoluto en los tendidos.

Por la tarde, Morante hizo el paseíllo vestido de luces, con un terno malva y oro en homenaje a Chenel. Le acompañaban Fernando Robleño, quien también se despedía del toreo, y Sergio Rodríguez, que confirmaba alternativa.

Morante brindó su primer toro a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso y el segundo, y último de su carrera, al líder de Vox, Santiago Abascal. Después del corte de coleta, la corrida cambió de tono. Al terminar, una multitud saltó al albero para sacarlo a hombros.

Un torero de época

Morante ha sido un artista, un revolucionario, un torero enciclopédico capaz de conmover con el capote o la muleta a generaciones distintas. Heredero de los grandes, cultivador de las suertes antiguas, ha sido también uno de los que más se comprometieron con la fiesta durante los años más oscuros tras la pandemia.

Su decisión, aunque sorpresiva, se inscribe en un contexto personal difícil. En los últimos años confesó haber atravesado un duro trastorno disociativo y un cuadro depresivo mayor que lo llevó a recibir terapia electroconvulsiva. El sufrimiento interno pesaba tanto como el arte que derramaba en el ruedo.

Una última lección

Morante eligió Madrid para decir adiós, no Sevilla. Eligió el homenaje a Antoñete y la exigencia de Las Ventas para cerrar su ciclo. Y lo hizo en el momento más alto, con una corrida memorable y el respeto de todos. Lo dio todo. Y nos lo dio todo. El vacío que deja es inmenso. También la lección: cuando el toreo es verdad, se convierte en eternidad.

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