Okupas
Una comunidad de vecinos logra desalojar a diez okupas de su edificio en Vigo
Este edificio de Vigo se había convertido en un centro de trapicheos, peleas, orines y malos olores. Ahora, después de ocho meses conviviendo con los okupas, los vecinos han logrado echarlos.
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Llevaban ocho meses viendo cómo su portal se había convertido en un centro de trapicheos, peleas, orines y malos olores. Los vecinos del número 133 de la avenida Ramón Nieto de Vigo convivían con un clan familiar que había okupado el tercer piso del edificio desde el mes de julio. Hasta que no pudieron más.
“Provocaron un incendio en una de las habitaciones de la casa. Por suerte no afectó al resto de viviendas, la quinta planta. “Tengo dos hijos, de 12 y 17 años. Aquí hay varios niños y mucha gente mayor. Siempre ha sido un edificio muy tranquilo y esta situación alteró nuestro día a día”, señala.
"Había hasta ratones"
Algo que apoyan el resto de vecinos, como Gloria, que vive en el primero de este bloque. A ella le llenaban la terraza de basura: “Daba igual que la limpiara, al día siguiente volvía a estar llena de ropa, restos de comida... Había hasta ratones y un día llegaron a tirar dos teléfonos móviles”.
Marita vive en el segundo, “los tenía justo encima y los ruidos por las noches eran constantes; parecía que jugaban a la petanca”, cuenta al tiempo que confiesa que ella, que usa muletas, pasó “mucho miedo: si veía a alguno no subía en el ascensor”.
Omar es estudiante y relata que “el olor era horroroso. Cada mañana, cuando salía de casa, me encontraba a alguno cambiándose en el portal”.
Movilización vecinal
Hace un par de semanas se decidieron a hablar con el propietario del inmueble okupado para buscar una solución. “Es drogodependiente. Vivía aquí con su madre hasta que a ella, enferma de Alzhéimer, la ingresaron en una residencia. Entonces empezaron los problemas, porque él dejó entrar a su casa a una mujer que poco a poco fue trayendo a más miembros de su familia. En total terminaron viviendo con nuestro vecino seis adultos y tres menores, todos del mismo clan. Es gente que estaba fichada por la Policía por su relación con las drogas”, cuenta Mónica, que asegura que a su vecino “se le fue de las manos”.
Ella, junto con el resto de vecinos, lo convencieron para echar de su vivienda a esas personas. “Primero cambiamos la cerradura del portal y después, convencimos a nuestro vecino para cambiar la cerradura de su inmueble. La comunidad corrió con todos los gastos”.
También contaron con la ayuda de la Policía, que estuvo presente en el momento del desalojo: “Los vecinos ayudamos a bajar las pertenencias de los okupas, que habían llenado la casa de cosas”, cuenta Mónica. Ellos reaccionaron con tranquilidad, no hubo altercados ni enfrentamientos.
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Ahora, la comunidad respira tranquila y vuelve a disfrutar del silencio en su edificio. Además, cuidan a su vecino drogodependiente: “Le traemos comida, le preguntamos a diario cómo está, lo llevamos al médico cuando lo necesita e incluso estamos intentando convencerlo para que ingrese en un centro de desintoxicación”, explica Mónica.
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