El ministro del Interior francés, Bruno Le Roux

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COMO ASESORAS EN LA ASAMBLEA NACIONAL

Dimite el ministro de Interior francés tras conocerse que contrató a sus hijas menores de edad como asesoras

El ministro francés del Interior, Bruno Le Roux, ha presentado su renuncia a François Hollande porque su "responsabilidad es preservar la acción gubernamental".

El ministro francés del Interior, Bruno Le Roux, ha dimitido de su cargo por el escándalo suscitado por las revelaciones de que empleó a sus dos hijas desde 2009, cuando ambas eran aún menores, hasta 2016 como asistentes parlamentarias.

Le Roux anunció en una declaración a la prensa que ha presentado su renuncia al presidente francés, François Hollande, porque su "responsabilidad es preservar la acción gubernamental", después de que la Fiscalía Nacional Financiera haya abierto hoy una investigación por esos contratos.

Tras años intentando entrar en el Gobierno, su paso por el Ejecutivo ha durado cuatro meses

El hasta hoy ministro del Interior de Francia, Bruno Le Roux, tardó años en entrar en un Gobierno, pero su paso por el Ejecutivo apenas ha durado cuatro meses, abatido por la revelación de que empleó a sus hijas como asistentas parlamentarias, anatema en un país escandalizado por el caso Fillon. Las semejanzas entre los trabajos que otorgó a sus hijas adolescentes y el empleo que el candidato conservador a la Presidencia de Francia, François Fillon, dio a su esposa y a dos de sus hijos han acabado con la carrera gubernamental de Le Roux, de 51 años.

Le Roux es un fiel del presidente, François Hollande, que ha labrado su carrera política en el aparato del Partido Socialista y en la difícil circunscripción electoral de Seine-Saint-Denis, la periferia caliente del norte de Francia, en permanente disputa con los comunistas.

Hasta los 51 años no le llegó el premio de entrar en el Gobierno, pese a que desde los 27 milita en política. Su trayectoria ha sido desigual, marcada por su cercanía a la izquierda en el poder, por sus resbalones electorales en su circunscripción y por numerosos cargos en el seno del Partido Socialista.

Su fidelidad a Hollande le valió el nombramiento como presidente del grupo parlamentario socialista cuando en 2012 conquistó el Elíseo. Pero en ese puesto no logró galvanizar a un grupo heterogéneo, donde anidó la rebelión de los descontentos con el giro liberal de la política del presidente. Pero eso no le privó del favor del presidente y, a cinco meses del final del mandato de su mentor, la dimisión del primer ministro Manuel Valls para lanzarse a la campaña por el Elíseo propulsó al responsable de Interior, Bernard Cazeneuve, a la jefatura del Gobierno y a Le Roux a un puesto con el que soñaba desde hacía tiempo.

Tras años de haberse ocupado de las cuestiones de seguridad en el seno del Partido Socialista (PS), Le Roux doró su blasón en un ministerio que permite el lucimiento y que otorga empaque a todo quien lo ha ocupado, como sus antecesores Valls, Cazeneuve o el mismo Nicolas Sarkozy. Fue la cumbre de una carrera que quedó empañada por su final, obligado a dimitir por haber otorgado unos empleos de vacaciones a sus hijas, cuando eran menores de edad, en medio de la tormenta del caso Fillon.

Le Roux apenas estuvo cuatro meses en la primera línea política, el final de una carrera a menudo labrada en la sombra: como concejal, y brevemente alcalde, de Épinay-sur-Seine, su ciudad de poco más de 50.000 habitantes; como jefe adjunto de gabinete del líder socialista Pierre Mauroy, o como "fontanero" del aparato de un partido convulso por las luchas intestinas.

En la estela de Hollande y del ahora titular francés de Exteriores, Jean-Marc Ayrault, ascendió peldaños en la jerarquía del partido hasta que, cuando el segundo fue nombrado primer ministro, se vio propulsado a la presidencia del grupo parlamentario. Siempre de recambio, de segundo espada de la política, en Interior tenía la oportunidad de dejar su huella.

Pero su salida por la puerta trasera pone en cuestión incluso la continuidad de su carrera política. Le Roux tuvo tiempo pese a todo de ser el rostro de la seguridad durante varios meses en un país maltratado por el terrorismo. Y de firmar un texto en el que cerraba las puertas a toda vía de negociación para el desarme de la banda terrorista ETA.

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