Huelga

Los hortelanos de Conil empiezan a destruir las cosechas de apio que no van a poder vender por la huelga

Los productores de apio han decidido destruir las cosechas de apio ante la imposibilidad de que los productos lleguen al mercado.

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Los hortelanos de Conil han comenzado a destruir de las plantaciones de apio que no van a poder vender por la huelga de transportistas, que se inició hace ya 11 días. La imposibilidad de que sus productos lleguen al mercado unido a que se excede el proceso de maduración por la espera han provocado que los productores adopten esta drástica decisión.

Los horticultores destruyen sus cosechas

Algunas cooperativas calculan pérdidas millonarias como consecuencia del paro del sector del transporte. En el complejo agrícola Las Lomas, cerca del 60%de la producción de brócoli y coliflor se perderá, mientras que en el caso de las mandarinas y los pomelos se prevé una merma del 35%.

A su vez, esta coyuntura ha ocasionado que muchas empresas hayan comenzado a despedir a los empleados porque no pueden recolectar. Un día normal de actividad en la cooperativa de frutas y hortalizas más de 100 personas estarían trabajando en la planta de manipulación y envasado. Hoy, a penas son 10 los empleados que han podido ir a trabajar, los demás se encuentran en sus casas.

Varapalo económico

Se ha tenido que despedir a casi toda la plantilla porque las máquinas están paradas: "Como no vengan los compradores y no se lleven el producto, se queda aquí parado", relata una empleada.

En el aspecto económico, aseguran que las pérdidas superan el millón de euros "por productos que no se han vendido y por el personal que se está quedando en casa".

Toneladas de atún a la espera

En A Pobra do Caramiñal ocurre lo mismo con el pescado. Allí, tres barcos con 8.500 toneladas de atún están a la espera depoder descargar la mercancía por falta de transporte. Además, en las lonjas gallegas la sardina ha desaparecido.

Se da la circunstancia de que en el puerto de Ribeira, en A Coruña, prácticamente la totalidad de los barcos que se dedican al pescado pequeño, como la sardina o el jurel, están amarrados en protesta por el incremento del precio de los carburantes.

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