Leo Messi

'La valija de Lionel', el cuento que emocionó a Messi y Antonella: "Nos pusimos a llorar"

El texto de Hernán Casciari que hizo llorar a Leo Messi tras ganar la Copa del Mundo.

Messi, con la Copa del Mundo

Messi, con la Copa del MundoGetty Images

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Parecía que ya estaba todo dicho sobre la coronación de Leo Messi en Qatar, pero faltaba por pronunciarse el escritor argentino Hernán Casciari. El autor leyó su último relato, 'La valija de Lionel', durante el programa de radio de Andy Kusnetzoff. "La humanidad entera deseaba el triunfo de Lionel Messi con tanta fuerza. Porque nunca nadie había visto en la cima del Mundo a un hombre sencillo, a un tipo cualquiera. Y ayer, 20 de diciembre, como cada año, Messi vuelve de Europa para pasar la Navidad con su familia en Rosario. Como siempre. Sus costumbres no cambian, lo único que cambia es lo que nos trajo en la valija", lee Casciari, un texto que verá íntegramente la luz en febrero de 2023 en la revista Orsai.

Y Messi lo escuchó y le mandó un mensaje a Kusnetzoff en pleno directo: "Te quería mandar este audio porque estaba acá, nos levantamos con Anto. Estábamos tomando mate, me puse a mirar un poquito de TikTok. Lo de Hernán, lo que escribió, lo que contó, la verdad que fue impresionante. Nos pusimos a llorar los dos porque es algo muy cierto todo lo que cuenta. Y nada, quería mandarles un saludo a los dos, agradecerles, y decirles que lo escuchamos, nos emocionamos, nos hicieron llorar. Quería que lo sepan. Les mando un abrazo grande para todos, y gracias otra vez". El audio de Messi le fue mostrado a Casciari, quien no pudo contener las lágrimas de emoción.

Adelanto del texto de Hernán Casciari

"Escribí una larguísima reflexión para la próxima Revista Orsai, pero tengo ganas de compartirlo ahora en caliente. Entonces hice un pequeño resumen de algo que va a salir en el próximo número mucho más detallado que se llama 'Messi y su valija'. Es algo que tiene que ver más que con el ahora, con el principio de todo.

Yo me acuerdo que los sábados del 2003. A la mañana. En el canal TV3 de Cataluña, se transmitía en directo los partidos de las inferiores del Barça. Los sábados a las 11 y media y los domingos a las 9 y 30. En los chats de argentinos emigrados se repetían dos preguntas: '¿cómo hacemos dulce de leche hirviendo lata de leche condensada?' y '¿a qué hora juega el chico rosarino de 15 que hacía goles todos los partidos?'

En la temporada 2003/2004, Messi jugó 37 partidos en el juvenil A, juvenil B, Barça C y Barça D. Y en esos 37 partidos convirtió 35 goles. Yo recuerdo que el rating matutino de la televisión catalana superaba al rating prime time de la noche. Mucha gente empezaba a hablar de este nene. En las peluquerías, en los bares y en las tribunas del Camp Nou. El único que no hablaba era él.

En las entrevistas post partido, todas las preguntas las respondía con un sí o con un no. A veces decía 'gracia' y después bajaba la vista, no hablaba mucho. Los argentinos emigrados hubiéramos preferido a un charlatán, pero había algo bueno cuando por fin hilvanaba una frase más o menos larga, se comía todas las eses y decía ful en lugar de falta. Descubrimos, con alivio, que era de los nuestros, de los que teníamos la valija sin guardar.

En esa época había dos clases de inmigrantes en Barcelona: los que guardaban la valija en el ropero, ni bien llegaban a España, decían 'vale', 'tío' y 'hostias'. Y los que teníamos la valija sin guardar manteníamos las costumbres, como por ejemplo el mate o el yeísmo. Decíamos yuvia, decíamos caye, para no olvidarnos. Empezó a pasar el tiempo. Messi se convirtió en el 10 indiscutido del Barça. Llegaron las Ligas, las Copas del Rey y las Champions. Y tanto él como nosotros, los inmigrantes, supimos que el acento era, de todas las cosas, lo más difícil de mantener.

A todos nos costaba mucho seguir diciendo gambeta en vez de regate, pero al mismo tiempo sabíamos que era nuestra trinchera final. Y Messi fue nuestro líder en esa batalla. El chico, aquel que no hablaba, nos mantenía viva la forma de hablar.

Celebrábamos que, en el vestuario, siempre tuviera el termo y el mate. De repente era el humano más famoso de Barcelona pero, igual que nosotros, nunca dejaba de ser un argentino en otra parte.

Es difícil explicar cuánto nos alegró la vida a los que vivíamos lejos de casa. Cómo nos sacó del hastío de una sociedad monótona y nos justificó. De qué manera nos ayudó a no perder la brújula. Messi nos hizo felices de una forma tan serena, y tan natural, y tan nuestra, que cuando empezaron a llegar los insultos desde Argentina no lo podíamos entender.

Pecho frío. Solamente te importa la plata. Quédate allá. No sentís la camiseta. Sos gallego, no argentino. Si alguna vez renunciaste, pensalo otra vez. Mercenario. Viví quince años lejos de Argentina, y no se me ocurre pesadilla más espantosa que escuchar voces de desprecio que llegan del lugar que más querés en el mundo. Ni dolor más insoportable que oír, en la voz de tu hijo, la frase que escuchó Messi de su hijo Thiago: 'Papá, ¿por qué te matan en Argentina?'.

La renuncia de Messi a la Selección Argentina fue casi un alivio para nosotros, los inmigrantes. No podíamos verlo sufrir así, porque sabíamos cuánto amaba a su país y los esfuerzos que hacía para no romper el cordón umbilical.

Ahí ocurre, creo yo, el hecho más insólito del fútbol moderno: la tarde de 2016 en que Lionel se cansó de los insultos y decidió renunciar, un chico de quince años le escribió una carta por Facebook que terminaba diciendo: 'Pensá en quedarte. Pero quedate para divertirte, que es lo que esta gente te quiere quitar'. Siete años después, Enzo Fernández, el autor de la carta, resultó el jugador revelación del Mundial de Lionel Messi.

Su renuncia duró unos meses porque el amor hacia esta camiseta se impuso frente a sus críticos. La ida de ciertos referentes lo ungió como el nuevo líder visible del plantel. Y al volver, ganó todo lo que le faltaba y cerró las bocas de sus detractores. Aunque algunos lo encontraron por primera vez vulgar frente a un micrófono. Fue cuando dijo: 'Qué mirá', bobo, andá payá'. Para nosotros, los que vigilamos su acento durante quince años, fue una frase perfecta, porque se comió todas las eses y su yeísmo sigue intacto.

Ahora algunos inmigrantes ya volvimos; otros se quedaron. Y ayer, como cada año, Messi volvió de Europa para pasar la Navidad con su familia en Rosario, para saludar a sus vecinos. Sus costumbres no cambian. Lo único que cambia es lo que nos trajo en la valija".

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