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Deportistas

Andrea Jaeger y Shelly Pennefather, de la élite del deporte al hábito como religiosas

Muchos son los jóvenes que sueñan con triunfar en el deporte, sin embargo, pocos son los que cambian el profesionalismo, la elite y la fama por los hábitos religiosos.

Andrea Jaeger fuer toda una prodigio en el mundo del tenis, con apenas 16 años se consagró como número dos del ránking WTA tras ser profesional desde los 14. Jaeger llegó incluso a jugar una final de Roland Garros y otra de Wimbledon, sin embargo, con solo 22 años colgó la raqueta harta de las molestias en su hombro.

La estadounidense, pese a su juventud, tomó una decisión que asombró a propios y extraños del mundo del tenis. Un año más tarde de su retiro creó la Fundación Silver Lining para luchar a favor de los niños con cáncer y más tarde en el año 2006 se puso los hábitos como monja de la Iglesia Anglicana-Dominicana.

Shelly Pennafather, ahora conocida como la Hermana Rose Marie de la Reina de los Ángeles, dejó el baloncesto universitario e ingresó como monja de clausura. Pennafather fue toda una leyenda del baloncesto universitario femenino acumulando 2.408 puntos y rompiendo el récord histórico de Villanova tanto para mujeres como para hombres, su marca que aún sigue vigente.

En España también hay casos en los que su vocación religiosa fue más fuerte que su pasión por el deporte. Carlos Balbé, tras ser olímpico en Londres 2012 jugando al hockey, tampoco dudo en ponerse el alzacuellos.

Luis Felipe Arteta por su parte fue a tres JJOO, Roma, Tokio y México compitiendo en las modalidades de salto de longitud y salto triple. Sin embargo, en 1980 dio el salto al sacerdocio tras formarse en teología.