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María entra en la cárcel china y es muy mal recibida por las presas de un sector, que llegan incluso a agredirla. Sólo la amistad de Irina, que enseguida la convierte en su favorita, la protegen en ese ambiente tan hostil. María se desahoga con Irina y le cuenta la vida que llevó con su familia en Madrid algunos años antes, no sin antes jurar venganza al considerarlos los verdaderos culpables de su terrible cautiverio.

María, absolutamente desconcertada por todos los datos que va descubriendo de su familia biológica, deduce, con la ayuda de Pablo, que su propio padre, Francisco, podía estar detrás de la repentina muerte del portero del convento de El Remedio.

Juan es atropellado para robarle unos documentos importantes de la trama de los niños robados, mientras María encuentra a su verdadera madre, Fernanda, cuya injusta historia la convence de llevar el caso a los tribunales.

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