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Amparo Baró

Jacinta

La gobernanta de El Internado cuida de todos los alumnos y profesores.

Nació en el pueblo cercano al Internado en el seno de una familia humilde. Movida por un insaciable afán de superación, pronto emigró a la ciudad donde aprendió rápido de la vida y se convirtió en una mujer autodidacta, luchadora. Pero chocó frontalmente con el machismo de la época y le costó salir adelante. Era demasiado lista para sus contemporáneos varones.

Cuando volvió a su lugar de origen, encontró trabajo en el Orfanato La Laguna Negra, donde pudo desarrollar su instinto maternal ayudando a los niños, con los que siempre mantiene una relación peculiar: les mantiene a raya y ellos no pueden vivir sin ella.

En el viejo orfanato conoció a Don Joaquín, el amor de su vida y con el que tuvo a su única hija, a la que tuvo que renunciar. Él era entonces el dueño y director del centro y el núcleo de su vida. Pero poco después apareció con una nueva esposa y con Elsa, su hija recién nacida, y Jacinta renunció para siempre a ser feliz.

A partir de entonces, Jacinta se quedó sin ilusión de vivir, pero jamás muestra sus debilidades. Héctor es la persona a la que más quiere en el mundo, con el que mantiene una relación sincera y sin fisuras, que le reconcilia levemente con los hombres.

Elsa, aquella recién nacida, es ahora la directora del colegio y cada día su presencia recuerda a Jacinta lo que pudo ser y no fue. Sin embargo, también queda algo positivo de aquél amor de juventud: su nieto Miguel.

El pasado persigue a Jacinta. Todavía no ha saldado su deuda con sus errores de juventud. La culpa, el miedo a la verdad y la llegada de personajes que le harán enfrentarse a sus fantasmas complicarán su vida en la vejez. La citación judicial que recibe en la que está acusada de asesinato le lleva a plantearse el dilema de si contar o no la verdad.

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