Incendios
El cóctel explosivo que explica por qué arde España: "El frente de un incendio es como un tsunami"
Los incendios que arrasan este verano en España están marcando un antes y un después en la memoria colectiva. "Siempre hemos tenido grandes incendios, pero ahora son simultáneos y hay un colapso del sistema", nos explica un experto forestal de reconocida trayectoria.

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La magnitud de los fuegos, su simultaneidad y la presión sobre los equipos de extinción han creado una situación inédita que obliga a repensar el modelo de prevención y respuesta. Pero, ¿estamos ante el peor verano de la historia en materia de incendios forestales?
Federico Grillo, experto en incendios forestales y vocal del Colegio de Ingenieros Forestales, lo resume con claridad: "En el año 1994 se quemaron medio millón de hectáreas. Ahora ya vamos por 300.000 y creo que las cifras aumentarán porque, una vez que ya están desarrollándose, van comiendo más cada vez más". A su juicio, la excepcionalidad del momento no admite dudas: "Es una situación totalmente excepcional. Es una situación nueva para esta generación de gente que apaga fuego, sobre todo los más jóvenes, no recuerdan nada parecido".
Varios incendios a la vez lo complica todo
La simultaneidad de los incendios es uno de los grandes problemas. Si en el pasado podía movilizarse a todos los efectivos hacia un único frente, ahora se enfrentan varios al mismo tiempo. "Siempre hemos tenido grandes incendios, pero ahora son simultáneos y hay un colapso del sistema", explica. Y añade una referencia histórica: "En 2007, en Canarias, de repente tuvimos en Gran Canaria y en Tenerife dos grandes incendios que quemaron 35.000 hectáreas entre los dos".
Bomberos exhaustos trabajando a 50 grados
Las condiciones de trabajo de los bomberos son extremas. "Ahora mismo tenemos miles de bomberos metidos en un incendio con un equipo que pesa, abriga y produce más calor, cerca del fuego, con temperaturas que superan los 50 grados durante muchas horas", explica. El esfuerzo físico es titánico: "El consumo calórico de una persona normal son 2.000 kilocalorías al día. Un bombero en estas condiciones puede llegar a 5.000-7.000, equivalente a correr una etapa del Tour de Francia". Las consecuencias son inevitables: "Vamos a empezar a ver bajas por todo: rozaduras, accidentes, golpes de calor, gente que orina sangre, deshidratación, accidentes de tráfico por sueño".
A la dureza del trabajo se suma la propia naturaleza del fuego. No todos los frentes son apagables. "Por mucho medio que pongamos, si una zona no se puede parar, no se puede parar", admite. La estrategia pasa por esperar cambios de viento, bajadas de temperatura o la llegada de la noche, lo que llaman "ventanas de oportunidad". De lo contrario, la comparación es contundente: "El frente de un incendio es como una avalancha de nieve o un tsunami. No puedes pararlo, solo apartarte".
Hay que poner énfasis en la prevención
Más allá de la respuesta inmediata, la clave está en la prevención. "La clave no es mojar, la clave es tener el entorno limpio", sostiene. Y recuerda un dato: en los incendios de 2019 en Canarias, con más de 5.500 edificaciones en riesgo, apenas una docena resultaron dañadas, la mayoría abandonadas. "Cuando analizas un quemado, las casas limpias se mantienen enteras; las que no, se pierden".
El abandono del medio rural es, según Grillo, el gran talón de Aquiles. "Cuando compro la leche o el queso del pastor del pueblo, estoy fomentando una actividad que me va a salvar en caso de incendio", afirma. Reclama políticas que apoyen la agricultura y la ganadería, además de menos trabas administrativas.
Incluso el fuego, bien gestionado, puede ser una herramienta. "O lo quemas tú en invierno, con humedad alta y llama pequeña, o vendrá en verano y se lo quemará todo". Las quemas controladas y la creación de paisajes mosaico, que actúan como rompeolas, son medidas que ya se aplican tímidamente en España.
Si seguimos así, iremos a peor
Pese a los esfuerzos, el experto lanza una advertencia final: "Con el sistema de extinción estamos alimentando el siguiente incendio. Apagamos y alimentamos el siguiente, y el siguiente es peor". Como paradoja, recuerda lo ocurrido en Tenerife: "Lo que había sido una desgracia un año, al siguiente fue una suerte, porque frenó el avance del nuevo incendio".
Un recordatorio de que la lucha contra el fuego no termina con apagar las llamas, sino que es esencial cambiar la manera en que se cuida el territorio.
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