Hípica
Carla Maronda, la amazona que volvió a montar tras perder sus cuatro extremidades: "Le dijeron a mi padre que se despidiera de mí"
Una sepsis le dejó al borde de la muerte y obligó a los médicos a amputarle brazos y piernas. Contra todo pronóstico, Carla encontró en su pasión por los caballos la fuerza para levantarse y volver a sonreír.

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Desde niña, el mundo de Carla Maronda giraba alrededor de los caballos. La complicidad con esos animales marcaron su infancia y juventud, hasta que un día, de manera inesperada, todo cambió. Una sepsis provocada por una infección le obligó a enfrentarse al mayor reto de su vida: sobrevivir sin las cuatro extremidades.
"Dijeron que no lo iba a superar, que se despidieran de mí"
"A las tres de la mañana yo le dije a la médico: no puedo respirar más. Y fue cuando, intubándome, tuve una parada cardíaca", recuerda Carla con crudeza. Lo que siguió fue un calvario de incertidumbre en el hospital. "Estuve cinco días en estado muy crítico, donde los médicos decían que no iba a salir y que no lo iba a superar, porque mis niveles no eran compatibles con la vida", relata.
"Mi padre es transportista y cuando llegó, el médico le dijo: pasa a despedirte de tu hija que se está muriendo"
La gravedad era tal que los médicos llegaron a preparar a su familia para lo peor. "Mi padre es transportista y cuando llegó, el médico le dijo: pasa a despedirte de tu hija que se está muriendo", explica Carla. Contra todo pronóstico, sobrevivió a aquellas horas de angustia. Pero la recuperación vino acompañada de la decisión más dolorosa: amputar sus cuatro extremidades, que estaban necrosadas, para salvarle la vida.
La joven se vio de repente atrapada en una cama, sin fuerzas y sin ilusión. "Yo pensaba que mi vida no tenía sentido, que ojalá me hubiese muerto en esas cinco paradas cardiorrespiratorias", confiesa.
Los caballos fueron su esperanza
Pero en medio de la oscuridad apareció una chispa: la idea de volver a montar. Ese sueño, que parecía inalcanzable, se convirtió en el motor que la impulsó a luchar. Con una determinación sorprendente, Carla inició un proceso de recuperación que dejó sin palabras a los propios médicos. En tiempo récord logró adaptarse a su nueva realidad y, poco después, cumplió su sueño: subirse de nuevo a un caballo.
"Recuerdo la sensación que para mí era como respirar. Era algo que había estado anhelando tanto y deseando durante tanto tiempo", cuenta emocionada.
Ese instante marcó un antes y un después. La joven comprendió que tenía dos caminos posibles: rendirse o luchar. Y eligió el segundo. "Estaba el camino de acostarte en una cama de por vida, lamentarte y hacerte la víctima, que hubiera sido válido, y estaba el otro camino, que era echarle coraje, valentía y esa disciplina que me ha enseñado el mundo del caballo", asegura.
Con esa mentalidad, Carla recuperó no solo la movilidad gracias a prótesis adaptadas, sino también la confianza en sí misma. Volver a montar no fue fácil: necesitó ayuda, entrenamiento y superar miedos. Pero cada paso fue una conquista. "Este es mi sitio favorito en el mundo: estar subida al caballo", afirma con una sonrisa.
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