Francia busca respuestas tras le robo en el Louvre y aumenta la seguridad en los museos mientras crece la indignación política y cultural

A las 9:30 de la mañana del domingo, el Museo del Louvre se convirtió en el escenario de un robo que parece sacado de una película. Cuatro ladrones encapuchados, vestidos con chalecos de obra, aprovecharon las reformas en curso para colarse por el flanco que da al río Sena.

Con una radial cortaron una ventana, accedieron a la Galería Apolo, la sala que guarda las joyas imperiales de Napoleón III y de la emperatriz Eugenia de Montijo y, en siete minutos exactos, rompieron las vitrinas y se llevaron nueve piezas históricas de valor incalculable.

Usaron un montacargas para subir y dos scooters Yamaha T-Max para escapar. En la huida perdieron la corona de la emperatriz Eugenia, que fue hallada poco después en una calle próxima al museo. La ministra de Cultura, Rachida Dati, confirmó su recuperación: “Se está evaluando y en buen estado”.

El botín: nueve joyas imperiales de valor incalculable

Las piezas sustraídas pertenecen al ajuar real de varias reinas y emperatrices. Según el recuento provisional, los ladrones se llevaron:

• Una tiara y un collar de zafiros de las reinas María Amelia y Hortensia, además de unos pendientes.
• Del tesoro de María Luisa, un collar y pendientes de esmeraldas.
• De la emperatriz Eugenia de Montijo, una tiara, un gran lazo de corsé, que fue adquirido por el Louvre en 2008 por 6,7 millones de euros, y el “broche relicario”.

Estas joyas fueron compradas en distintos momentos desde 1985, muchas procedentes de la subasta de las Joyas de la Corona de 1887. El conjunto de esmeraldas había sido adquirido gracias al Fondo del Patrimonio y a la Sociedad de Amigos del Louvre.

Fallos en cadena: alarmas que no se escucharon y cámaras que no grababan

El museo confirmó que las alarmas saltaron en el momento del asalto, tanto en la ventana como en las vitrinas, pero, según la fiscal Laure Beccuau, “los agentes no las escucharon”. Un informe del Tribunal de Cuentas francés, adelantado por Le Figaro, había alertado meses atrás de “retrasos persistentes y considerables en la actualización del sistema de seguridad”. En la zona de la Galería Apolo no había cámaras activas.

El sindicato CGT denuncia desde hace años la falta de personal y de agentes de seguridad. “Se pueden recorrer varios espacios sin cruzarte con un guardia”, señalan. En junio ya hubo una huelga parcial por el déficit de personal. El concejal ecologista David Belliard recordó hoy que “los trabajadores habían advertido de estos fallos”.

París busca responsables

El Gobierno ha ordenado una investigación inmediata. El ministro del Interior, Laurent Núñez, confirmó que los asaltantes actuaron “entre las 9:30 y las 9:40” y reconoció que “hay una gran vulnerabilidad en los museos franceses”. Núñez ha ordenado reforzar la seguridad en todas las instituciones culturales del país.

El Senado francés ha citado para este miércoles a la presidenta del museo, Laurence des Cars, para explicar los fallos. Además, el presidente de la Comisión de Asuntos Culturales, Alexandre Portier, propondrá crear una comisión de investigación parlamentaria sobre la protección del patrimonio nacional. “Lo que está en juego es la capacidad de transmitir el patrimonio que hemos recibido”, advirtió.

Reacciones políticas

El presidente Emmanuel Macron ha calificado el robo como “un ataque a nuestra historia” y asegura que Francia recuperará las obras y los responsables serán llevados ante la justicia. El mandatario ha recordado que su proyecto ‘Louvre Nouvelle Renaissance’, lanzado en enero, incluye un plan de refuerzo de la seguridad dentro del programa de renovación del museo hasta 2031.

Desde la oposición, las críticas se han multiplicado. Marine Le Pen aseguró que “este robo es una herida en el alma francesa”, mientras que la eurodiputada Marion Maréchal pidió la dimisión inmediata de la directora y del jefe de seguridad, a quienes acusa de haber sido “nombrados por criterios políticos y no técnicos”. El expresidente François Hollande calificó lo ocurrido como “un atentado contra el patrimonio francés”.

El Louvre permaneció cerrado durante toda la jornada del lunes. Cientos de turistas se agolpaban ante la pirámide de cristal, entre la frustración y la incredulidad. “Es una decepción tremenda”, decía Michel Sánchez, un visitante español. “Ha sido como una película de James Bond”.

Expertos en patrimonio, por su parte, temen que las joyas sean desmontadas y vendidas por piezas. “Si no se recuperan, perderemos fragmentos irreemplazables de la historia de Francia”, advirtió un especialista del Museo Nacional de Artes Decorativas.

Un robo con sello de profesionalidad

La Fiscalía de París investiga el caso como “robo en banda organizada y asociación ilícita con fines delictivos”. Los ladrones portaban pequeñas motosierras y actuaron con una precisión que recuerda a los golpes de ficción de Arsène Lupin. El alcalde del centro de París, Ariel Weil, dijo que “la escena parecía sacada de una novela de Maurice Leblanc”.

Además, las autoridades no descartan que se trate de un encargo privado. Revender las joyas en su estado actual es imposible: todas están registradas en inventarios reales. Pero si los ladrones las desmontan, podrían colocar las gemas y metales preciosos en el mercado negro internacional.

Veinticuatro horas después, el robo del siglo en el Louvre ha pasado de la incredulidad a la indignación nacional. Los fallos de seguridad, la lentitud de reacción y la fragilidad de los sistemas de vigilancia han desatado una crisis que trasciende lo policial. Francia se pregunta cómo, en pleno siglo XXI, el museo más vigilado del mundo pudo ser asaltado en siete minutos.

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