Economía
El piso completo es un lujo, el alquiler por habitaciones se dispara: "Cuesta lo mismo una habitación que hace cinco años un estudio con garaje y trastero"
La subida de precios y los estrictos requisitos de solvencia dejan fuera del mercado a muchos inquilinos. Familias, parejas y trabajadores optan por alquilar una sola habitación, muchas veces por el mismo precio que antes costaba un piso completo.

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La crisis de acceso a la vivienda ya no es un fenómeno exclusivo de las grandes ciudades. El alquiler por habitaciones, tradicionalmente ligado a estudiantes o perfiles temporales, se ha convertido en una alternativa real para familias, parejas y trabajadores que no pueden acceder a un piso completo.
El fenómeno, ya visible en barrios periféricos de ciudades como Santiago, A Coruña o Vigo, se acelera también en localidades dormitorio como Milladoiro, donde el mercado está tensionado por falta de oferta y requisitos cada vez más restrictivos.
"Estamos dejando atrás el piso turístico. Ahora viene el negocio habitacional", explica Jacobo Blanco, gerente de Capitel KSA Inmobiliaria. En su oficina, recibe cada semana a inquilinos con solvencia económica pero que no cumplen los criterios exigidos por aseguradoras o propietarios. "Hoy te piden que el alquiler no supere el 30% de tus ingresos. Si un piso cuesta 750 euros, necesitas cobrar más de 2.200. Y en zonas como Milladoiro, con rentas medias de 1.200 euros, es muy difícil".
La consecuencia es clara: proliferan los pisos compartidos reconvertidos en alquiler por habitaciones. "Hoy se alquila una habitación por lo que antes costaba un estudio: dormitorio, cocina, salón, plaza de garaje y trastero", dice Jacobo. Y no es exageración. Cita casos de habitaciones por 300 euros al mes, muchas veces sin incluir suministros, en pisos compartidos con desconocidos y sin zonas comunes realmente accesibles.
Blanco explica que, en algunos casos, las habitaciones se alquilan con electrodomésticos propios, como microondas o cafeteras dentro del dormitorio, y cerraduras electrónicas o candados individuales. Un modelo que recuerda más al "coliving" profesional que a la clásica vivienda compartida. "Pero sin los servicios ni la regulación de esos espacios", advierte.
El perfil del inquilino también está cambiando. Ya no se trata solo de jóvenes o estudiantes. Hay familias enteras que, ante la imposibilidad de encontrar un piso completo, optan por esta fórmula. Jacobo recuerda el caso reciente de un matrimonio con dos hijos que, durante meses, vivieron en habitaciones compartidas pagando casi 900 euros mensuales entre todos. "Al final les conseguimos un piso por 750, y estaban aliviados. Pero eso no es lo habitual. Lo habitual es que no haya disponibilidad".
La falta de oferta es el problema de fondo. "No hay vivienda ni para vender ni para alquilar", denuncia el agente inmobiliario. "Y la poca que hay, sube de precio". En zonas periféricas, un piso de dos habitaciones puede alcanzar los 180.000 euros en venta, algo impensable hace apenas dos años. "Hay clientes que compran porque no consiguen alquilar. Pero no todos tienen acceso a hipoteca".
El encarecimiento de las capitales arrastra la presión hacia las localidades vecinas. "Santiago está expulsando a su población. Y eso repercute en Milladoiro, Teo o Bertamiráns", afirma Blanco, que recuerda que él mismo, nacido en Santiago, tuvo que mudarse fuera por motivos económicos. "Esto ya no es solo un problema de Madrid o Barcelona".
Para el experto, si no se toman medidas, la situación se agravará: "Si el mercado bloquea a todo un perfil de cliente, mal vamos. Alguien encontrará la manera de hacer negocio con esa necesidad, y eso ya está pasando con el alquiler por habitaciones".
La falta de regulación específica y el retraso de las políticas públicas dejan vía libre a soluciones improvisadas. "No vemos grúas ni promociones públicas. No hay incentivos. Y mientras tanto, la gente necesita vivir en algún sitio", resume.
El alquiler por habitaciones ya no es un plan B. Es, para muchos, la única puerta de entrada al mercado residencial. Mientras la vivienda siga siendo inaccesible, esta fórmula continuará extendiéndose, con consecuencias aún por medir sobre la convivencia, la calidad de vida y el derecho a un hogar digno.
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