Luisa le confiesa al padre Rafael que no quiere a su hija adoptiva María y que debido a ese sentimiento entiende que no puede ayudarla a superar sus sufrimientos.
"Desde que ha llegado María tengo sentimientos contradictorios. Yo sé que ella me necesita porque está muy frágil y ha pasado por momentos muy duros, pero aun sabiéndolos me siento incapaz de ayudarla", le ha dicho muy triste, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Luisa se siente mal porque no sabe cómo consolar y cuidar a su hija, así que el sacerdote le recomienda que rece para que el amor hacia su hija le brote en algún momento.