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Han sobrevivido a una catástrofe mundial que nunca hubiesen siquiera imaginado. Sus compañeros de embarcación, los otros 41 supervivientes del cataclismo, son ahora todo lo que tienen. Lo único que les hace levantarse cada mañana es la esperanza de encontrar la isla que la caja negra de un avión reveló que exite. Sin recursos, su ubicación se ha convertido en una información vital para subsistir.
No sospechan que junto a todos los peligros que les rodean –tormentas, reptiles prehistóricos, mosquitos asesinos, cataratas, volcanes submarinos, enfermedades‐, existe uno aún mayor, el más peligroso de todos: hay más supervivientes de la catástrofe. Un nuevo mundo ha nacido, con nuevos e inesperados enemigos. Todos ellos persiguen un único objetivo: descubrir las coordenadas de la isla. Es la información más valiosa del planeta, algo por lo que cualquiera es capaz de matar.
Cuatro náufragos subirán a bordo del Estrella Polar
Todo es calma alrededor del barco. Una alfombra de agua se extiende en el horizonte. Pero, de pronto, un punto en el radar indica que no están solos. Por estribor, a media milla, una barca de tres metros de eslora flota mecida por las olas. En su interior, pese a la distancia, se identifica claramente la figura de varias personas haciendo señales de auxilio: ¡hay más supervivientes!
Se trata de cuatro náufragos: Leonor (Belén Rueda), Víctor (Daniel Ortiz), Tom (Guillermo Barrientos) y Dulce (Paloma Bloyd). Todos ellos presentan un aspecto bastante lamentable tras estar días navegando a la deriva bajo el sol. La falta de agua ha pasado factura en sus rostros. Están llenos de pústulas y pequeñas ampollas.
Cuando son interrogados sobre lo que les pasó, todos cuentan la misma historia. Navegaban en un viaje de placer a bordo de un transatlántico que se hundió debido a la terrible tormenta, que provocó olas de más de treinta metros. Parece que ellos fueron los únicos supervivientes. La tormenta y los tiburones acabaron con el resto de pasajeros.
En principio, todo encaja en su historia y son recibidos con algarabía. Se acoplan muy bien a la vida dentro del barco y parecen buena gente. Sin embargo, desde su llegada, se multiplican los incidentes desagradables y algunos detalles en su comportamiento demuestran que algo esconden: reuniones clandestinas, pestillos en los camarotes, preguntas exhaustivas sobre temas técnicos.
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