Acoso
Las señales que revelan un caso de acoso escolar: claves para detectarlo y cómo actuar
El acoso entre menores crece en frecuencia y gravedad. El 'método KiVa', implementado ya en Finlandia, busca movilizar a los testigos y transformar el papel del espectador en defensor activo.

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Según datos recientes, solo el 20% de los menores que sufren acoso se atreven a contarlo. Esta forma de violencia, que abarca desde el maltrato psicológico y físico hasta el chantaje económico, ha evolucionado y se ha trasladado también a las redes sociales. Las agresiones ya no solo se producen en el patio del colegio o el aula, sino que también se perpetúan en entornos digitales, lo que multiplica su impacto.
Posibles señales
El bullying, que suele darse sobre todo entre los 10 y los 14 años, sigue patrones reconocibles en tres fases: comienza con intentos del alumno de defenderse, luego el grupo comienza a guardar silencio y dejar de lado también a la víctima y al final termina en una situación insostenible con signos de desesperación. Cambios de humor, insomnio, rechazo al colegio o incluso síntomas físicos pueden ser señales de alerta.
¿Cómo actuar?
Una de las herramientas más prometedoras en la lucha contra el acoso es el 'método KiVa' y se pretende implantar en centros educativos de España. Su enfoque innovador se basa en involucrar a las personas que ven el acoso, ese 88% de público que normalmente calla, y convertirlos en defensores activos de la víctima. No se trata solo de trabajar con acosadores y víctimas, sino de implicar a toda la comunidad: alumnos, profesores, familias e instituciones.
La prevención y detección precoz son fundamentales para proteger a los menores. Es clave fomentar una comunicación abierta entre padres e hijos. En paralelo, los centros educativos deben implicarse activamente en educar sobre qué es el bullying y cómo identificarlo. Es crucial activar protocolos anti-bullying en cuanto se detecta una situación sospechosa.
Ante un caso confirmado, el primer paso es hablar con el tutor o el equipo docente, aunque a veces estos pueden no actuar con la contundencia necesaria. Esto puede deberse a dinámicas internas de acoso entre el propio profesorado, que obstaculizan la aplicación de los protocolos.
Si el colegio no responde adecuadamente, es necesario recurrir a la inspección educativa, contactando con el equipo psicopedagógico e informando también al centro de estas gestiones. En caso de inacción por parte de la administración, la vía judicial debe ser considerada, ya que la protección de la víctima es prioritaria.
Además, se debe valorar qué tipo de ayuda necesita la víctima. Es vital que el menor se sienta respaldado por los adultos y comprenda que no es culpable de lo que le sucede.
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