Encierros San Sebastián de los Reyes

Javier Gallego explica si se pueden minimizar los riesgos de un encierro: "La suerte está en manos de 6 toros"

Los organizadores de los encierros siempre pueden aspirar a minimizar esos riesgos para que no acaben marcados por la tragedia.

Vista del cuarto encierro de las fiestas de San Sebastián de los Reyes, este miércoles

Vista del cuarto encierro de las fiestas de San Sebastián de los Reyes, este miércolesEFE

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Ante todo hay que tener en cuenta que el encierro es un tipo de festejo muy peligroso e imprevisible. La suerte está en manos de seis toros, que no han tenido contacto en sus vidas con un entorno urbano y de cientos o miles de corredores que pueden ser más o menos experimentados.

Por eso ningún encierro es igual al anterior, ni lo será al de mañana, por mucho que al gran público les puedan resultar parecidos al verlos por televisión. Sin embargo, los organizadores de este tipo de festejos siempre pueden aspirar a minimizar esos riesgos para que no acaben marcados por la tragedia.

El primer filtro es la selección de las personas que entran en la manga. En San Sebastián de los Reyes ese trabajo se hace todos los días por parte de la Policía Local. Se controla que no haya nadie en el recorrido que no esté en condiciones o que lleve objetos (cámaras de fotos, bolsos, teléfonos móviles, etc… ) que puedan poner en peligro a los demás. Otro aspecto fundamental es la elección del recorrido y el vallado. Las talanqueras son la vía de escape para los corredores que están en aprietos. Por eso deben estar lo más limpias posibles y tener los huecos a mano para salir lo antes posible. La propia elección de la manga (sus curvas, su luz, el piso, su anchura…. ) condicionan también el devenir del espectáculo.

Factores que pueden evitar peligros

Cuando el cohete ya está lanzado y todo parece estar en manos de la suerte, también hay muchos factores que pueden evitar los millones de peligros que esconde un encierro. Ahí el trabajo de los pastores y los dobladores es fundamental. Los primeros acompañan por detrás a la manada guiándola hacia los corrales y evitando, en la medida de lo posible, que un toro se quede descolgado o desorientado. Los segundos esperan en la plaza para guiar con sus capotes a los animales hacia los chiqueros, que es el fin del encierro. Obedecer sus indicaciones es fundamental para evitar sustos.

Y hay también un aspecto menos palpable, pero que es fundamental a la hora de minimizar los riesgos de un encierro. Es el respeto al toro y al espectáculo por parte de los que participan en él. Lo llevamos viendo tres días en San Sebastián de los Reyes. Ningún corredor ha llamado la atención de un toro, ninguno se ha agarrado a él o le ha tocado durante la carrera. Nadie en la plaza ha hecho ademán de citar a los animales para provocar sus embestidas.

El respeto y el orden han marcado estos primeros días y eso ha minimizado mucho los riesgos y ha permitido a los corredores y a los espectadores disfrutar del espectáculo sin que haya que lamentar heridas graves. Nadie puede asegurar que esos percances no vayan a llegar en los próximo días. Pero sí se puede hacer que sea más difícil su presencia. Y eso sin disminuir la emoción de un espectáculo que no se entiende sin peligro. Esa es la paradoja del encierro.

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