Coger en brazos a su nieta era un acto impensable para José María. Su dolencia hepática le impedía levantarse de la cama sin ayuda o subir un par de escaleras. Hoy la familia Sanz es todo felicidad gracias a Ainhoa que salvó la vida de su padre donándole más de medio hígado.
"Una puerta a la esperanza que te abren y te acoges a ella. No te da tiempo a pensarlo", afirma ilusionada. Ocurrió hace una década. Varios familiares se sometieron a las pruebas y finalmente Ainhoa fue la única compatible.
En la actualidad ambos disfrutan de muy buena salud. "Hay que concienciar a las personas para que vean que es positivo, además es el único órgano que se regenera", afirma José María. "Estamos bien, no hemos tenido ninguna secuela", añade su hija.
Gracias a los avances médicos el trasplante de donante vivo es hoy menos invasivo, pero hay algo que no cambia. El agradecimiento mutuo por estar vivos.