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Coronavirus

Depresión, fatiga, irritabilidad y adicciones, algunas de las secuelas del coronavirus entre los jóvenes

El malestar psicológico tras un año de pandemia, meses de confinamiento y numerosas restricciones es un hecho que preocupa entre la población. En caso que más preocupa es el de los adolescentes y jóvenes que hace que incrementen sus sentimientos de enfado e irritabilidad, lo que puede acabar en aislamiento patológico, depresión, adicción y fatiga. La falta de socialización a afectado a su libertad, su individualidad y su independencia.

Tras un año de pandemia de coronavirus, meses de confinamiento y numerosas restricciones, el estado psicológico de la ciudadanía se ha visto afectado con el fuerte cambio que ha experimentado su manera de vivir.

El malestar psicológico ya es algo preocupante dado que ha aumentado en todos los grupos de la sociedad. Los adolescentes y jóvenes son la generación que preocupa especialmente dadas las restricciones por COVID-19 en actividades y en el ocio. La imposibilidad de desconexión hace que incrementen sus sentimientos de enfado e irritabilidad, lo que acaba derivando en un aislamiento patológico denominado "síndrome del caracol".

El cierre del ocio nocturno, el cese de actividades deportivas y las medidas restrictivas, lo que es en general falta de socialización, no solo han incrementado el enfado y las irritabilidad de los jóvenes si no que ha incrementado el uso de las nuevas tecnologías y creado un faltas de interés en los estudios o la familia entre otras cosas.

El psiquiatra del Hospital Vithas Castellón, Sergio Arques, ha reflexionado sobre el impacto del coronavirus en la salud mental de las personas, y declara que "no solo del miedo a un virus invisible con la lógica incertidumbre de padecer una enfermedad grave y/o la preocupación por perder a los seres queridos debido a ella, sino también el malestar y la tristeza por el distanciamiento social debido a las restricciones sanitarias".

Arques añadía que "las vidas de muchos adolescentes se han visto afectadas por la pandemia en un momento clave de su desarrollo, aquel en el que están comenzando a establecer su propia identidad, reivindicando su individualidad y su independencia".

Estas restricciones por la pandemia del coronavirus afectan a su "libertad y a sus relaciones con su entorno, pudiendo las secuelas pasar factura a nivel psicológico en unos más que en otros, llegando en casos extremos a padecer el llamado "síndrome del caracol", que consiste en un aislamiento personal que "se convierte en patológico, es decir, en una enfermedad"

¿Qué es el síndrome del caracol?

Este síndrome crea un aislamiento en el que el joven se aleja de su casa, su familia, sus relaciones, por lo general en su habitación, e interactúa únicamente con el mundo que le rodea a través del móvil u otro aparato tecnológico. Esta generación vive rodeada de tecnología y se acomoda a esa nueva vida donde poco a poco dejan de socializar incluso con su familia, su carácter se vuelve violento y pueden llegar hasta a abandonar los estudios. Arques informa de que "cuando esta situación se prolonga en el tiempo se considera ya algo patológico y, evidentemente, la situación actual puede llegar a provocar un crecimiento exponencial de estos casos".

Por ello, el psiquiatra pide que no se olviden "otros factores que afectan psicológicamente a los jóvenes, como el miedo o inseguridad al ver que algún familiar ha pasado la enfermedad o el haber sufrido alguna pérdida y no haber podido elaborar el duelo (un ser querido, un trabajo, una relación..." E informa de que la sobreinformación sobre la COVID-19 en las redes sociales, podría "aumentar de forma significativa la prevalencia de depresión y ansiedad".

Fatiga pandémica y jóvenes sin confianza

El hecho de estar encerrados en casa genera que esta generación que como se explicaba anteriormente, vive rodeada de tecnología, se aferre a esta. Esto ha modificado los hábitos de consumo de los adolescentes y jóvenes y Arques nos ha explicado que "durante el confinamiento se ha producido un aumento del uso de redes sociales y videojuegos. Pasando un mayor tiempo viendo la TV, a lo que habría que unir un mayor consumo de alimentos hipercalóricos y una disminución en la realización de ejercicio físico".

El Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha realizado un estudio donde se profundiza en aspectos de la dimensión social de la pandemia de SARS-CoV-2.

En este informe se ha descubierto que la llamada fatiga pandémica destaca sobre todo en los jóvenes. El estado anímico de esta generación está "más deteriorado aún que el del resto de la población”. “Junto a ello hay que destacar que este grupo ha perdido confianza en colectivos claves para la superación de la crisis como son los expertos/as y científicos/as” y, además “entre los jóvenes se extiende más la percepción sobre el escaso cumplimiento de las medidas y recomendaciones de los ciudadanos de todas las edades”.

En comparación a un estudio elaborado en abril de 2020, poco después del comienzo de la pandemia de coronavirus, este grupo de la sociedad se mostraba más optimista que el resto de grupos de la población. Sin embargo, actualmente no solo ha aumentado su preocupación personal ante un posible contagio por COVID-19, sino que el futuro lo ven más marcado por las consecuencias de la pandemia hasta el punto de afirmar, en un 15 % de los casos, que la economía no se recuperará nunca.

Por eso, el doctor Arques ha manifestado que la empatía, el diálogo y la comprensión con los adolescentes es "muy importante en esta etapa" porque estamos "en un momento tan delicado en el que sus vidas, hábitos y actividades, se han visto totalmente alterados". Además ha añadido que "establecer vínculos con sus compañeros es una de las tareas esenciales de desarrollo de los adolescentes ya que su mundo gira en torno a sus iguales, por eso el estar más tiempo en casa por 'obligación' puede generarles frustración y mal humor". Y ha finalizado dando un consejo a los progenitores de estos adolescentes y jóvenes donde considera que "los padres deben entenderlos y reconocer esa frustración que representa el estar separados de sus amigos. Hay que escucharlos, y tenderles la mano para trabajar juntos y hacer esta situación más soportable"

Ludopatía y otras adicciones

El Hospital Universitario Bellvitge, junto con la Unidad de Juego Patológico y otras Adicciones Comportamentales del Servicio de Psiquiatría, y con ANNE Fundación han firmado un convenio de colaboración para prevenir y reducir el trastorno del juego en los adolescentes. Estas entidades crearán acciones para la investigación en los trastornos de juego en adolescentes y su prevención. El uso de dispositivos tecnológicos durante la pandemia de coronavirus ha incrementado debido a las numerosas restricciones para la detención del SARS-CoV-2, tiempo donde se ha visto un crecimiento exponencial en este tipo de trastornos.

La adicción al móvil o al ordenador supone ya el 26% de las consultas a los especialistas. La doctora responsable de la Unidad de Juego Patológico del Hospital Universitario de Bellvitge, Susana Jiménez ha declarado que "estas adicciones a menudo tienen su origen en la infancia y adolescencia, etapas de la vida en que es fundamental el aprendizaje de hábitos saludables en relación al uso de las nuevas tecnologías o de otras actividades de ocio".

La doctora ha apuntado también a que más de un 37% de los adultos con problemas con el juego de apuesta habrían comenzado a jugar antes de la edad legal permitida. Lo que es un factor de riesgo para el desarrollo del trastorno. Lo mismo ocurre con los videojuegos o las actividades de internet, que se convierten en patologías con consecuencias clínicas graves.

La doctora, añadía que hay que establecer sinergias con diferentes colectivos de profesionales y de instituciones diversas, para poder llevar a cabo estudios de investigación sobre la identificación de factores de vulnerabilidad en edades muy tempranas, el diseño de acciones preventivas y la implementación de programas de educación en el uso saludable de las TIC, así como en otras actividades que potencialmente pueden ser de riesgo".

Trombosis, otra secuela del coronavirus

Al inicio de la pandemia de coronavirus se pensaba que cada persona que acudía con una insuficiencia respiratoria a un hospital era a consecuencia del SARS-CoV-2. Sin embargo, este síntoma puede corresponderse a un tromboembolismo pulmonar como declaraban en un estudio de Medicina Intensiva.

En el Hospital Virgen de la Cinta, en Tortosa, recibieron entre los días 22 y 30 de abril de 2020, cuatro pacientes con TEP grave que habían dado negativo en las PCR y serologías. Desde el centro informaban de que “nos llamó la atención el elevado número de casos en tan poco tiempo. En los últimos tres años, en nuestra UCI hemos ingresado una media de siete TEP al año sin una especial mayor incidencia durante el mes de abril. La teoría vascular de los pacientes COVID-19 ya había cobrado fuerza, por lo que inicialmente sospechamos que podían ser TEP secundarios a la propia enfermedad”,

Explicaban también que “el 50% de estos tromboembolismos están causados por factores clínicos o ambientales, transitorios o prolongados, que inducen estados de estasis venosa, hipercoagulabilidad y daño endotelial. Los principales factores de riesgo incluyen la cirugía, la inmovilización y el cáncer, donde otros factores asociados serían la obesidad, los antecedentes de eventos tromboembólicos venosos, las enfermedades inflamatorias y los factores genéticos”. Tras análisis de pacientes en profundidad se supo que el exceso de sedentarismo provocado por el encierro en casa debido a la pandemia había incidido en el aumento de riesgo de padecer una trombosis.