Imagen de un estropajo de cocina apoyado sobre una mesa

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TODO COMENZÓ CON UN FLEMÓN

Una mujer británica lleva una década con una extraña adicción: comer varias esponjas y estropajos por semana

Emma Snowdon desarrolló una extraña adicción por las esponjas después de chupar una para aliviar un flemón. A sus partos se llegó a llevar unas 28 esponjas para olvidar el dolor.

Una mujer de 36 años madre de tres hijos ha revelado que mastica unas 14 esponjas por semana y que hasta se llegó a llevar un cargamento de ellas al hospital cada vez que dio a luz.

Su adicción ha llegado a tal nivel que le dan temblores y espasmos si no tiene una esponja que llevarse a la boca e incluso le ha llegado a pedir a su marido Mark ir a una tienda 24 horas en mitad de la noche para que le consiguiera unas.

La mujer, que vive en el condado de Durham, declara a 'The Sun' que su odontólogo ya ha descubierto llagas en su boca por este vicio tan particular y nocivo.

"Puede ser horrible, no entiendo por qué comenzó, o por qué no puedo parar", admite la mujer. "Me preocupa que mis encías desaparezcan por completo, no quiero ser una anciana que masca esponjas", añade.

"No sé qué hacer. Hay ayuda para las personas que fuman y beben, pero no hay nada para quienes mastiquen esponjas".

Emma, ​​que se encarga a tiempo completo de su hijo Ben, de cinco años, que tiene una anomalía genética, explicó cómo la extraña adicción comenzó hace 10 años cuando tenía un terrible flemón.

Rota de dolor, se aplicó una esponja fría a modo de compresa para calmarlo y descubrió que mascarla le reconfortaba.

Además de las esponjas de baño, también masca los estropajos de fregar, aunque admite que es muy quisquillosa con respecto a qué marca, ya que dice que sólo saben bien si son de Boots, Superdrug o Tesco, y se cuida de pillar las partes más ásperas.

"Mark se molesta cuando abre el armario de limpieza y ve los mordiscos en los estropajos", declara al tabloide británico.

Algo también inexplicable en su caso es que ha conseguido ocultar a sus amigos este extraño hábito, a pesar de que confiesa que cuando sale con ellos mastica pedacitos sacados de su bolsillo.

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