Ataque Israel en Líbano
Irán y Estados Unidos, incapaces de frenar la guerra en Oriente Próximo
Países árabes de la zona, incluido Irán, y también Estados Unidos han sido hasta el momento espectadores en una escalada de tensión mientras la ofensiva de Israel se endurece.
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Los ataques a Líbano, que comenzaron hace casi 2 semanas para destruir a Hizbulá, son solo el último capítulo de la dura ofensiva defendida por el primer ministro Netanyahu tras la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre. Durante casi un año de guerra, las principales potencias no han sido capaces de detener o al menos influir de manera significativa en los combates, un fracaso que refleja la cada vez menor capacidad de Estados Unidos, aseguran los expertos, de mediar en los eventos de la región.
Tampoco Arabia Saudí ha querido involucrarse en un conflicto que asegura, no es el suyo; o Jordania cuyos lazos con Estados Unidos son esenciales para su supervivencia.
Las negociaciones que de manera intermitente se han llevado a cabo en El Cairo entre Israel y Hamás para poner fin a los combates en Gaza, impulsadas principalmente por Estados Unidos, no han conseguido sustanciales avances por más que desde Washington, y con cierto optimismo, se anunciara repetidamente que en cualquier momento iba a llegar el ansiado acuerdo de alto el fuego.
El papel de Estados Unidos
Un escenario que se complica aún mas tras la muerte de Hassan Nasrallah, líder de Hizbulá durante 32 años y el hombre que convirtió a la organización chiita en una de las fuerzas armadas no estatales más poderosas del mundo. Su muerte, que ha sido duramente condenada por el régimen de los ayatolás, no ha supuesto lo que muchos temían: una inminente declaración de guerra, aunque han prometido venganza.
Y todo ello mientras en menos de dos semanas Israel ha conseguido eliminar a siete altos mandos de Hizbulá. Entre estos muertos hay miembros fundadores del grupo que llevaban décadas evadiendo detenciones.
Durante años, Estados Unidos fue el único país que podía ejercer una presión real tanto sobre Israel como sobre los estados árabes. Fue artífice de los Acuerdos de Camp David de 1978, que trajeron la paz entre Israel y Egipto, y de la paz entre Israel y Jordania de 1994. Unos éxitos que ahora resuenan en la lejanía cuando muchos analistas apuntan a que la capacidad de Washington para influir en Irán, su mortal enemigo durante décadas, es marginal.
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Sin olvidar la férrea, inquebrantable y duradera alianza de Estados Unidos con Israel, al que solo este año la administración de Joe Biden ha entregado un paquete de ayuda de 15.000 millones de dólares.
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