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Espectacular. Ésa es la palabra que más se aproxima a la hora de definir la carrera, la inmensa carrera, que ha hecho Fernando Alonso parar lograr llevarse la victoria en el GP de China. El asturiano se ha quitado de encima el mal sabor de boca que le dejó la salida de Malasia y ha vuelto a disfrutar del dulce aroma de un inmenso triunfo en Shanghái para subirse a lo más alto de un podio completado por Raikkonen y por Hamilton.

Desde el primer momento se notaba que Fernando tenía hambre. Se notaba que Alonso quería desquitarse y estaba motivado para ponerse al volante de un monoplaza que está diseñado para ganar el Mundial, que está diseñado para que el asturiano logre su tercer título de pilotos y el primero con Ferrari. Y que está diseñado, en manos del bicampeón, para adelantar a todo aquel coche que intente pararle sobre la pista.

Y es que el show de adelantamientos que dio Alonso es de esos que hacen época. Sobre pista, como debe ser, fue como adelantó el asturiano a los cuatro campeones del mundo. El primero fue Raikkonen, al que se quitó de en medio en la salida. Luego le tocó el turno a Hamilton y para terminar hizo lo propio tanto con Button como con Vettel en dos ocasiones.

Superioridad absoluta de Fernando
Lo hizo para dar un golpe de autoridad. Para demostrar que los Red Bull ya no llevan unas alas diferentes a las del resto y para bajar al tricampeón del mundo a la tierra. Una tierra que vio cómo Fernando, a pesar de salir en tráfico en su primera parada, volaba en Shanghái y hacía lo que mejor sabe hacer. Un auténtico martillo giro a giro que además de vez en cuando avisaba con una vuelta rápida.

Una victoria que logró con superioridad. Con la superioridad de un campeón del mundo. Con la superioridad de aquel que va de camino a su tercer Mundial. Una victoria que, si usamos las palabras de Vettel sobre Webber, sí se merecía. Se merecía y se llevó sin ningún problema, sacando varias décimas por sector en las últimas vueltas a los que rodaban tras él y, según sus palabras, lo hizo sin necesidad de empujar.

Webber, un GP para olvidar
Los demás no pudieron hacer nada ante la bala roja que era el F138 sobre China. Ni Raikkonen, ni Hamilton... ni tampoco un Sebastian que a pesar de llevar una estrategia distinta al resto en la vuelta 30 se vio que la victoria estaba fuera de su alcance. No llegó a esa vuelta Mark Webber, un Mark Webber que no recordará con especial cariño este Gran Premio.

Y no lo hará porque todo, absolutamente todo, le pasó a él. En la Q2 se queda sin gasolina, sale desde el pit lane y el último en carrera, se toca con el Toro Rosso de Jean-Eric Vergné en pista y luego tras realizar la parada obligatoria para paliar los daños por el impacto con el galo, pierde un neumático que estaba mal apretado.

Y que casi se lleva por delante a Raikkonen, aunque la dureza del E21 ha quedado fuera de toda duda en un impacto que ha tenido con Sergio Pérez. Con el morro del coche doblado no sólo no abandonó, sino que tampoco tuvo la necesidad de cambiarlo y además se impuso en la lucha particular que tenía con Lewis Hamilton por ocupar la segunda posición del podio para llevarse así la medalla de plata de China.

Baréin, siguiente parada
La de oro fue la que se llevó Alonso, un oro que no se colgaba desde el GP de Alemania de 2012. Un oro, un oro que brilla más que ningún otro por cómo se ha logrado, por la gran autoridad exhibida en Shanghái y que deja al asturiano en la tercera posición de la lucha por el Mundial. La siguiente cita será en Baréin, y Fernando ya ha mandado un claro aviso de que en este 2013 su lugar está en lo más alto del podio.

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El recado de Honda a Fernando Alonso

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