Y ahora qué
Una pandemia, una guerra, Filomena, la DANA, un apagón..."lo siguiente es que lleguen los aliens"
El gran apagón fue el último de los eventos históricos que hemos vivido en estos últimos años. La sucesión de una pandemia, una guerra, un volcán en erupción, Filomena, la DANA y una oscuridad total nos pasan factura.

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El último lustro no ha sido como los demás. Desde el 2020 hemos vivido una pandemia, la sombra de la guerra ha regresado al viejo continente, un volcán ha entrado en erupción en España, Madrid se tiñó de blanco en una nevada histórica como fue Filomena, la Comunidad Valenciana sufrió la furia de las lluvias torrenciales y casi todo el país se fue a negro en lo que ya se conoce como el gran apagón. ¿Qué vendrá ahora? Esa es la pregunta que se escucha en buena parte de las conversaciones de parque o de cantina.
El mundo parece desde hace cinco años un lugar más peligroso, más hostil. Y eso, lo queramos o no, tiene que influir en nuestra salud mental. ¿Cómo nos afecta el cúmulo de vivencias históricas que estamos pasando? Para contestar a esta pregunta recurrimos a Anxo Blanco, psicólogo general sanitario.
En estos momentos parece que todo puede ocurrir. El hecho de haber vivido en poco tiempo diferentes y diversos eventos infrecuentes nos hace creer que cualquier cosa puede pasar y esta sensación de incertidumbre en muchas personas puede desencadenar situaciones de ansiedad y estrés. "Obviamente, cuanto más movimientos a nivel geopolítico o de fenómenos infrecuentes haya, mayor cantidad de gente piensa que puede pasar algo, pero esto se debe a que hemos vivido muchos hechos, que históricamente han pasado de forma cíclica, y que parece que ahora han venido todos seguidos y eso afecta a nuestro sesgo de disponibilidad", nos explica Blanco.
Y ¿en qué consiste este sesgo de disponibilidad? Consiste en basar nuestras decisiones en información que ya tenemos, o escuchamos a menudo sin buscar alternativas que puedan ser útiles. "La información que tenemos más disponible parece de algún modo la más realista, y ahí se genera esa sensación de pensar que lo siguiente es que lleguen los aliens, porque ya han pasado tantas cosas... Además, caemos en nuestras propias estrategias confirmadoras, al final escogemos un poco lo que queremos creer. Ha habido muchos hechos extraños, se va juntando todo y esto fomenta que podamos ver el mundo como un lugar más hostil, pero no hay evidencias de que sea más hostil, más allá, de las tensiones geopolíticas, a nivel social y de eventos que han sucedido toda la vida, y que parece que se han podido concatenar más en España".
Cierto es que, incluso aunque alguien nos pudiese demostrar de manera tajante que el mundo es igual de peligroso o de seguro que antes del 2020, esa sensación de miedo está ahí y no se va a ir. De hecho, tampoco hay que esforzarse en ocultarla. El psicólogo nos explica que "desde la terapia de aceptación y compromiso, por ejemplo, lo que intentamos es no darle ese valor a la propia emoción sino a la reacción que tenemos ante ella. Y, especialmente importante es saber qué es real y qué es parte de mi ansiedad. El problema no está en que tú te sientas nervioso porque hay un apagón, eso es normal. No hay luz y se genera una situación de tensión, tenemos que tender a no patologizar eventos normales de la vida y después entender que hay cosas que podemos controlar y cosas que no, pero no tratar de agolparnos", dice Blanco, para concluir que hay que "normalizar sentirse incómodos cuando pasa un evento de este tipo".
Manuel Muñoz, miembro del Grupo de Evaluación e Investigación Psicológica en Salud Mental y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid, declaró recientemente que "cuando empezó la pandemia parecía que los más afectados iban a ser las personas mayores, pero enseguida se puso de manifiesto que la población más afectada estaban siendo los jóvenes". Cinco años después, los llamados 'generación COVID' siguen arrastrando las consecuencias, sobre todo en lo que salud mental se refiere.
Un confinamiento, un apagón, un hecho infrecuente no lo vive igual un niño que un adolescente ni que una persona adulta, que tiene otras experiencias previas en la vida sobre las crisis, e incluso que en ciertas franjas de edad habían pasado una guerra o una posguerra. Blanco cree que estas secuelas no dependen tanto de la edad sino del mecanismo de afrontamiento y de los recursos con los que esa persona cuente para haber afrontado eso y, recomienda para gestionar esas situaciones "saber qué está bajo mi control y qué no. ¿Qué se vaya la luz en toda España está bajo mi control? No, pues voy a tratar de hacer mi vida lo más normalizada posible. Obviamente, no es lo mismo la gente que se quedó encerrada en trenes que la que pudo pasarlo en casa. Una cosa muy importante puede ser flexibilizar nuestra rutina. La rutina es muy útil, pero cuando es demasiado estricta puede provocar que cuando se rompa algo externo a mí, yo me rompa por completo. Y quizás, lo último, sería la idea tratar de enfocarnos hacia nuestros valores. Ha pasado esto pero ¿cómo me quiero ver yo en esta situación? ¿qué personas quieres ser en este determinado momento? Este tipo de ejercicios nos va a ayudar mucho en nuestra vida diaria y en caso de que suceda algo inusual, en estar prevenidos", apunta Anxo Blanco.
Y hasta saber si finalmente llegan o no los alienígenas, si miramos al pasado cercano comprobamos la capacidad de nuestra mente para relativizar lo ocurrido. Por ejemplo para entender que la pandemia, que en un momento nos pudo parecer insoportable, sin dejar de ser una tragedia ahora se nos presente como un episodio un tanto más soportable que entonces. Nuestro experto apela aquí al proceso de habituación: "Ante recuerdos dolorosos tendemos a habituarnos a esa situación para poder continuar. Como pasa con un duelo, cuando fallece una persona nos encontramos muy mal, pero cuando pasa el tiempo lo que vivimos como una tragedia nos sigue doliendo, pero nos vamos acostumbrando".
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