Niños que asisten a clases en la escuela de Bourj Hammoud, en Beirut

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LA GUERRA SIRIA EN LÍBANO (4/4) | LOS NIÑOS, LOS MÁS DAMNIFICADOS

Una refugiada siria en Líbano: "Sólo podrán estudiar dos de mis diez hijos, otros seis tienen que trabajar"

De la escolarización, protección y asistencia sanitaria en Siria, a huir por las bombas y tener que buscar trabajo y una plaza en el colegio que en la mayoría de los casos no llega. Así viven los menores y sus familias, tras el trauma sufrido por la guerra y la violencia, una realidad en Líbano sin fecha de caducidad.

Asustados, traumatizados y en estado de pánico. Es cómo llegan los niños sirios a Líbano huyendo del conflicto, el grupo al que afecta más la guerra. La psicoterapeuta en el Centro de Atención Primaria de Médicos Sin Fronteras en Chatila añade que, en general, muestran “trastornos de estrés postraumático”. Lo expresan mediante la agresividad a través de los juegos que desarrollan, donde suelen imitar pistolas y otro tipo de armas, y pelean entre ellos. Además, “parecen muy adultos” y hablan “de guerra y de política”, por lo que “habrá consecuencias cuando crezcan”, predice Mirbat Muhammad, ginecóloga y obstetra de la unidad móvil de la Cruz Roja Libanesa en An Houm. Un ejemplo de madurez es el de Amjad, que con 7 años su deseo es poder trabajar pronto con su padre en la construcción para ayudar económicamente a la familia.

"Los niños parecen muy adultos y hablan de guerra y de política"

Además de los miedos normales que pueden manifestar estos menores por la situación de estrés experimentada, en otras ocasiones los niños han visto cosas “horríficas” en la guerra de Siria y cuando llegan a Líbano no hablan, explican desde Acnur, o han experimentado situaciones muy traumáticas y no controlan sus micciones incluso con 6 años, según añaden especialistas de la Cruz Roja. Una vez en el país de acogida, también se pueden desarrollar problemas psicológicos porque la alimentación es pobre. Todos estos traumas se observan fácilmente tratando con ellos y “a través de sus dibujos”, en los que aparecen “bombas y experiencias muy traumáticas”, como señala Typhaine Gendron, responsable de Asuntos Humanitarios en la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en Líbano.

La infancia constituye uno de los grupos más vulnerables en todo conflicto armado y uno de los que más riesgo corre en una situación extrema, como la de los refugiados y huidos. En la actualidad, en Líbano hay medio millón refugiados sirios de entre 3 y 18 años de forma regular, aunque la suma con los no inscritos con el estatus de refugiados es imposible de saber debido al cierre de fronteras y a la prohibición de registro a partir de mayo del año pasado.

Para apoyar psicológicamente a los niños, las organizaciones sanitarias trabajan con ellos en grupos pequeños, lo que ayuda a dirigirse a necesidades específicas y a paliar los efectos de “la falta de tiempo de sus padres para comprobar si sus hijos están bien”, según la trabajadora social de la Cruz Roja Libanesa Faten Ashkar, aunque muchos no pueden continuar con sus tratamientos porque trabajan. En otros casos, los especialistas no pueden proteger a los niños, sino que se centran en los síntomas más importantes, pero a veces ocurre algo impredecible y vuelven a sentirse como al principio, por lo que hay que evaluar y reevaluar hasta que se sienten mejor.

Amjad, refugiado sirio de 7 años que lleva dos meses en LÍbano
Amjad, refugiado sirio de 7 años que lleva dos meses en LÍbano | Alba Gómez Varela | Rosa Soto

En los centros en los que ofrecen apoyo educativo a la infancia, como la escuela del Servicio Jesuita al Refugiado en Bourj Hammoud, aprecian los mismos síntomas, como expone Ángel Benítez, subdirector de la escuela: “Al principio llegan asustados porque no han salido de sus casas en mucho tiempo. Son muy pequeños y no saben lo que pasa”. Al igual que en los casos más complicados, son tratados por una psicóloga y derivados a un hospital en caso de ser necesario. Así, desde todas las organizaciones aseguran que “se puede ver la evolución de los niños” tras haberles sido proporcionado el apoyo.

"Llegan asustados porque no han salido de sus casas en mucho tiempo"

Además de trastornos psicológicos y traumas, los menores también tienen problemas físicos, entre los que se repiten los dentales y los relacionados con una mala higiene, como enfermedades cutáneas, y la mala alimentación, como diabetes e hipertensión. También hay muchos problemas de salud derivados de la falta de vacunas y de medicamentos.

El sistema educativo, colapsado

A los problemas habituales a los que se pueden enfrentar los niños refugiados procedentes de conflictos armados se une la falta de capacidad del sistema educativo libanés de absorber el gran flujo de niños, lo que aumenta la situación de vulnerabilidad de los menores, asunto en el que se están centrando tanto las organizaciones humanitarias como el Gobierno. En la actualidad, sólo 158.000 niños no libaneses, la mayoría sirios, asisten a escuelas públicas y unos 87.000 están matriculados en centros privados o semiprivados. Es decir, menos de la mitad están escolarizados, según los últimos datos de Human Rights Watch.

El derecho a la educación está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero incorporar esta gran cantidad de niños con sus características específicas al sistema educativo, donde, según Benítez, “el 60% de la educación es privada y el 40% es pública” no está resultando sencillo, a lo que se suma las diferencias entre la educación libanesa y la siria. En Líbano la escuela es en inglés, árabe y francés siempre bilingüe en árabe y otro de los dos idiomas, mientras que en Siria sólo es obligatorio el árabe, así que aquellos que comenzaron en el segundo sistema tienen un desnivel lingüístico a la hora de incorporarse al primero. Además, después de cinco años de guerra hay niños de 5 y 6 años que nunca han asistido a clase y están en la edad de empezar la primaria, pero hay otros niños con 11 años que “prácticamente han perdido la educación primaria”, lamenta Gendron.

El desnivel educativo es el primer problema, junto a la falta de espacio y recursos, a la hora de hacer frente a la integración de los sirios en las escuelas libanesas. En un inicio, los niños que iban llegando al país se iban escolarizando siguiendo el proceso ordinario y acudían a clase en el turno normal de mañana (en inglés, francés y árabe), hasta que no quedó más espacio. Después se abrió un turno de tarde financiado por el Gobierno en colaboración con otros países y agencias de Naciones Unidas, que permitió en el curso anterior la apertura en turno vespertino de 238 escuelas en todo el país y que prevé que este curso 2016/2017 se amplíe hasta en 200.000 las plazas nuevas en las escuelas públicas.

La incorporación al sistema educativo no asegura el éxito en estos niños porque, según Benítez, en ambos turnos estos niños se encuentran con los mismos problemas: “El retraso en inglés y francés, además de que en su casa no les pueden ayudar por la educación elemental que tienen sus padres”.

"Hay niños con 11 años que prácticamente han perdido la educación primaria"

Para evitarlo, las organizaciones humanitarias y educativas ofrecen educación no formal complementaria a la que imparte el Gobierno, a la que acude población en riesgo de exclusión, un 98% de ellos sirios, como ocurre en la escuela Bourj Hammoud. Sin embargo, como este tipo de actividades no están homologadas por el Estado, los organismos que las imparten se ven con el problema de que los niños no tienen nada que acredite su nivel y es frecuente que se les ponga en una clase equivocada en la escuela pública y no favorezcan la integración.

Refugiados sirios y niños sin recursos durante una clase en la escuela de Bourj Hammoud, en Beirut
Refugiados sirios y niños sin recursos durante una clase en la escuela de Bourj Hammoud, en Beirut | Alba Gómez Varela | Rosa Soto

Por ello, además del nivel educativo de los menores, estas organizaciones se centran en “recuperar la infancia del niño, no tanto académico, pero sí que el niño aprenda las bases sociales y la normalidad de relacionarse con niños y con adultos”, explica Benítez. Así, en estos centros se tratan también los problemas específicos de los niños que han vivido la guerra y que en la escuela pública no hay tiempo de afrontar: “El ser humano tiene una capacidad de sanación increíble cuando se le da la oportunidad, aunque hay mujeres y niños que requieren años”.

La ‘normalidad’ del trabajo infantil

Otro objetivo de la educación es evitar que trabajen. “Si el niño que está yendo a la escuela pública no atiende, arma jaleo y el profesor le pega y expulsa, aborrecerá la escuela y se pondrá a trabajar”, denuncia el subdirector de la escuela en el barrio armenio de Beirut.

"El ser humano tiene una capacidad de sanación increíble"

No obstante, desde Acnur consideran que en la mayoría de las ocasiones el factor que más influye en el trabajo infantil es “el incremento de la vulnerabilidad en las familias, que cada vez están más endeudadas y necesitan que los niños trabajen”. “El 90% de las familias están endeudadas porque no pueden comprar comida y pagar alquileres” e incluso el 80% de las familias que viven en campos tienen que pagarlos, expone con datos Lisa Abou, asistente de Comunicación e Información Pública de Acnur en Líbano.

Jaber confirma que el trabajo infantil de los refugiados sirios está muy normalizado: “Los niños trabajan y traen cajas de comida y hay niños de 6 y 7 años que tienen que trabajar para ayudar a sus familias”. Matthew Saltmarsch, responsable senior de Comunicación de Acnur en Líbano, añade que no tienen números específicos debido al movimiento, pero ha habido un incremento de trabajo de menores sobre todo en los adolescentes que tienen entre 14 y 18 años, aunque tilda de “tradición” que los sirios vayan a Líbano y trabajen en la agricultura.

Un ejemplo del pulso interno que sienten las familias sobre cómo sobrevivir y buscar lo mejor para sus hijos es el de Rabieh el Jaled, refugiada siria cuyo marido trabajaba en Líbano antes de la guerra, que tuvo que decidir a qué dos hijos de los diez que tiene iba a mandar a la escuela, eligiendo los más pequeños porque eran los que no sabían ni leer ni escribir. Sus otras seis hijas trabajan en la fábrica de chocolate y los otros dos hijos no trabajan porque los ve muy pequeños para eso, pero no han conseguido plaza en la escuela, así que están en casa con ella todo el día.

"Hay niños de 6 y 7 años que tienen que trabajar para ayudar a sus familias"

Amjad, un niño sirio refugiado de 7 años que llegó dos meses antes de la entrevista con sus padres y sus ocho hermanos y hermanas a Líbano, ya está aprendiendo el oficio de la construcción, donde trabajan su padre y su hermano mayor. Asad, de 10 años, ha tenido más suerte y estudia segundo grado de primaria en la escuela pública y de mayor quiere ser profesor como su padre, lo que manifiesta que el acceso a la educación también abre posibilidades laborales y de desarrollo para el futuro.

Un niño refugiado sirio en la unidad móvil de la Cruz Roja Libanesa en Baasir
Un niño refugiado sirio en la unidad móvil de la Cruz Roja Libanesa en Baasir | Alba Gómez Varela | Rosa Soto

Además de en la agricultura, construcción, limpieza y fábricas de chocolate, entre otros puestos de trabajo, los niños se están viendo obligados a pedir en la calle. Esto se puede observar en un paseo rápido por la capital, donde es frecuente encontrarse a niños peleándose entre ellos para pedir una limosna a cambio de limpiar los zapatos (incluso si son sandalias). Sin embargo, no existen cifras exactas de este fenómeno, hecho que no sucedía anteriormente en Líbano y detrás del cual se encuentran las mafias. Además, afecta a la percepción que los libaneses tienen de los refugiados. Para ayudar a los niños que están en Líbano no acompañados y piden en las calles, que no son todos ellos, Acnur y el Comité Internacional de la Cruz Roja trabajan conjuntamente en un programa que les proporciona ayudas e intenta reunificarlos con sus familias.

La violencia familiar afecta mucho a los niños

Otro asunto que afecta al bienestar de los menores es el estado de sus madres, que llegan “con una depresión enorme” y muchas se recuperan simplemente saliendo de casa y viendo a otras personas, aunque “los niños reaccionan más rápido”, explica Benítez. Para ellas, las diferentes organizaciones organizan actividades, talleres y cursos, como de escritura, idiomas, informática, estética, etc. con el objetivo de que “abran horizontes y se relacionen” después de “haber soportado una presión familiar muy fuerte”.

En este sentido, también afectan a la infancia los casos de violencia de género y violencia intrafamiliar que se dan en familias de refugiados. En la Cruz Roja Libanesa observan un aumento de casos en las familias de refugiados sirios. La psicoterapeuta en el Centro de Atención Primaria de Médicos Sin Fronteras en Chatila explica que ha detectado muchos casos en los que las mujeres “no tienen la valentía de decirles a sus maridos que les están haciendo daño” y que esto genera también “problemas de comunicación en los niños”.

"No tienen la valentía de decirles a sus maridos que les están haciendo daño"

En cualquier caso, los refugiados no registrados en Líbano se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad debido a que “no pueden denunciar ante la Policía”. Su único recurso en caso de violación o abuso son las ONG porque si deciden acudir a los hospitales, estos tienen la obligación de informar de la situación.

Así se puede ver cómo en Líbano existe una movilización sobre lo que Gendron llama “nueva generación perdida”, que incluye un esfuerzo gubernamental y de otras organizaciones y agencias humanitarias. Aunque se pueden observar progresos en las escuelas y en los pueblos, el apoyo que han recibido hasta el momento es manifiestamente insuficiente y no debe centrarse únicamente en facilitar el acceso a la educación o la ayuda psicológica, sino que requiere de un plan integral y específico dirigido a este segmento de población más vulnerable, que constituye el futuro de Siria y, quizás, de Líbano. Igualmente, la prioridad, aunque no el único foco de atención, debe ser el acceso a la escuela porque sin ella no hay educación. “¿Qué se puede hacer después? ¿Qué pasaría si los niños no volvieran a su país? El derecho a la educación es un derecho de la infancia”, se pregunta Gendron, una cuestión que sólo el futuro podrá contestar.

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