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EN CAROLINA DEL NORTE | ESTADOS UNIDOS

Los hermanastros liberados por unas pruebas de ADN: "Nos robaron 30 años sin motivo, pero no sentimos odio hacia nadie"

Dos hermanastros han tenido que esperar tres décadas para poder salir de la cárcel, después de haber sido acusados de un crimen de violación y asesinato que nunca llegaron a cometer. Ha sido una prueba de ADN de un cigarro la que ha revelado la inocencia de Henry McCollum y Leon Brown.

Treinta años después de ser condenados y encarcelados por la violación y asesinato de una niña de 11 años de edad en las zonas rurales de Carolina del Norte, los hermanastros Henry McCollum, de 50 años, y Leon Brown, de 46, ambos discapacitados y afroamericanos, han sido liberados gracias a las pruebas de ADN, que demuestran su inocencia.

En Carolina del Norte, Estados Unidos, un juez ha puesto en libertad a los dos hermanastros condenados y encarcelados por la violación y asesinato de una niña de 11 años de edad que ellos no cometieron.

Henry McCollum, de 50 años, y Leon Brown, de 46, ambos discapacitados y afroamericanos, han sido liberados treinta años después, gracias a una prueba de ADN que ha confirmado que no cometieron el crimen por el que llegaron a estar condenados a pena de muerte y más tarde a cadena perpetua.

Además, los hermanastros aseguran que nunca perdieron la fe en la justicia y ellos mismos dicen que "sentían que algún día saldrían de la cárcel, aunque no sabían cuando".

Según sus abogados, la policía se basó en 'pruebas falsas' durante la investigación. Los entonces adolescentes de 15 y 19 años, mantuvieron su inocencia hasta que firmaron una confesión después de un interrogatorio al que tuvieron que someterse durante varias horas.

Ha sido el ADN de un cigarro el que ha revelado la inocencia de los hermanastros condenados.

Mientras, el verdadero autor del crimen cumple condena en prisión por otro caso similar: violación y asesinato de otra joven en la misma zona.

Sin embargo pese a todo, dicen no guardar rencor por lo sucedido.

Ahora el paso de tres décadas ha convertido a los jóvenes en hombres adultos que tendrán que aprender cosas tan básicas como abrocharse el cinturón de un coche.

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