Silas y sus padres

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SU HIJO OLVIDÓ SU NOMBRE Y HASTA CAMINAR

"Desearía que hubiera muerto en un accidente de tráfico", el testimonio de una madre cuyo hijo murió lentamente por un tumor cerebral

Una madre que vio cómo su hijo se desvanecía lentamente por culpa de un agresivo tumor cerebral cuenta en primera persona el sufrimiento que padecieron ella y su marido.

Sarah Pullen, una madre que sufrió la muerte de un hijo, ha descrito en su propio libro el desgaste que sufrió al ver a su pequeño de tan solo 10 años muriéndose por un tumor cerebral inoperable.

El niño, llamado Silas, fue diagnosticado con un tumor cerebral maligno y agresivo en agosto de 2012, un día fatídico en el que sus padres se enteraron de que le quedaba alrededor de un año y medio de vida.

Todo comenzó un día de verano, cuando el niño, aquejado de un dolor de cabeza, olvidó cómo se llamaba. Ése fue el comienzo de un calvario que duraría los dos últimos años de su vida, al tener que someterse a un intensivo tratamiento que no le evitó la muerte. Murió tras las Navidades del año 2014.

"Llega un momento en el que deseo que mi hijo se muera", dice Sarah en su libro, como recoge el 'Mirror'. "Desearía que se hubiera muerto instantáneamente en un accidente de tráfico. ¿Puedes imaginarte lo que es desear que tu hijo se muera? Es algo que jamás creí posible, hasta que un extraño con traje italiano y zapatos de cuero pulido me dijo que mi hijo de diez años iba a morir en cuestión de meses", relata. "Que va a morir de una manera horrible, que le va a robar su personalidad mucho antes de que, finalmente, su corazón deja de latir", añade.

Aunque los cirujanos lograron eliminar el 70% de esa masa, no fueron capaces de hacer lo mismo con el resto, que estaba muy cerca de sus nervios motores, por lo que era inoperable. El niño no lograba pensar, ni se acordaba de cómo se llamaba. Días más tarde, los médicos le explicaron a Sarah que Silas tenía una "masa significativa" en su cerebro y que tenía una enfermedad grave. "Unos pocos días después, nos dijeron que no había esperanza de vida para Silas y que con la aplicación del tratamiento a nuestro hijo le quedarían entre 12 y 18 meses de vida", cuenta Sarah.

Fueron meses duros, incluso para la convivencia de los padres Silas como pareja. Un día el marido de Sarah, Ben, la dijo: "Ojalá nunca nos hubiéramos conocido".

En cualquier caso, la familia aceptó el oscuro futuro de su niño dándole un nombre a la masa oscura que habían visto: Bob. Conforme pasaba el tiempo, la personalidad de Silas comenzó a esfumarse. El pequeño dejó de caminar y su tono de voz cambió. Las últimas palabras de Silas, que había perdido su forma de hablar y hasta de caminar, no obstante, fueron "perfectas" para sus padres: un "te quiero" para ambos.

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