Un día de 2011, en un laboratorio de Ámsterdam, un grupo de científicos volvió 55 millones de años atrás, cogió la península Ibérica y la estampó contra lo que hoy es Francia.
Por aquella época, la erosión había convertido la península en una tabla casi lisa, pero al chocar lo que hoy es España contra lo que entonces era la punta sur de Eurasia, los científicos vieron brotar ante sus ojos los Pirineos, la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central y Sierra Morena como el que hace un paso de baile moonwalk a lo Michael Jackson sobre una alfombra y ve cómo se empinan las arrugas. Un vídeo muestra ahora ese proceso, que duró 35 millones de años, en apenas medio minuto.
Durante tres años, los científicos hicieron 21 penínsulas ibéricas, con arena y una silicona similar a la que se injertan algunas mujeres en los pechos. "Hacíamos la península Ibérica una y otra vez", recuerda Javier Fernández Lozano, uno de los geólogos en el laboratorio de Ámsterdam.
Cuando tenían lista una nueva península Ibérica, del tamaño de un tablero de ajedrez, la sometían a una fuerza equivalente a la generada tras el choque entre las masas que hoy son España y Francia.
Su objetivo era resolver un enigma geológico. Si se observa la península Ibérica desde el espacio se detecta fácilmente un patrón en la parte oeste: la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central y Sierra Morena aparecen como tres olas en un mar de tierra, separadas por 300 kilómetros una de la otra. En el este, ese orden se descuajaringa, con el sistema Ibérico a la cabeza.
"Queríamos saber por qué la parte oeste tiene un patrón periódico y hacia el este ese patrón desaparece", explica Fernández Lozano, de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid.
Natillas frías y calientes
La clave está en la litosfera, la capa más superficial de la Tierra, que incluye a los seis continentes. La litosfera flota sobre otra capa fluida, situada a más de 250 kilómetros de profundidad, lo que permite el baile de los continentes.
El ser humano ha conseguido viajar a la Luna, a 400.000 kilómetros de distancia, pero apenas conoce cómo funciona lo que hay bajo sus pies. “En la península Ibérica se invierte muy poco para conocer qué está pasando en la litosfera", lamenta Fernández Lozano.
Para completar otras técnicas empleadas en estudiar el interior de la Tierra (como el análisis de la gravedad terrestre o las ondas sísmicas), su equipo optó por fabricar modelos a escala.
Ninguna de sus réplicas de la península Ibérica era igual a las demás. Los geólogos jugaban con los ingredientes para cambiar sus condiciones de densidad y viscosidad, hasta que la deformación formó ante sus ojos un relieve similar al de la península Ibérica. Entonces, pudieron extrapolar y sacar conclusiones.
"En la península Ibérica se pueden diferenciar dos litosferas con comportamientos diferentes. Digamos que hace unos 50 millones de años la parte occidental de la península era como unas natillas frías, mientras que la parte oriental se parecería a unas natillas calientes. Al aplicar la deformación cada parte se comportó de una manera", ilustra el geólogo.
En el oeste peninsular, las fuerzas tectónicas fueron más efectivas y pudieron recorrer más kilómetros porque las rocas eran más antiguas y frías y, por lo tanto, más resistentes. Sin embargo, el este era muy diferente.
Allí la litosfera era más débil y estaba más caliente, ya que en la era de los dinosaurios el magma se había elevado desde las capas profundas del interior de la Tierra. “Era fácil de deformar”, resume Fernández Lozano. El geólogo y sus colegas han publicado estas conclusiones en la revista especializada Tectonics.
Los científicos han condensado 35 millones de años de prehistoria en apenas medio minuto de vídeo
Crear cada uno de los modelos a escala requirió un mes de trabajo en el laboratorio de Dimitrios Sokoutis, de la Universidad Libre de Ámsterdam. También participó Gerardo de Vicente, de la Universidad Complutense de Madrid.
Los geólogos utilizaban lo poco que se sabe de la litosfera de la península Ibérica para producir réplicas fieles. Luego, cada modelo era deformado a cámara lenta durante unas 17 horas, el equivalente a unos 40 millones de años. En un vídeo acelerado, de apenas medio minuto, se observa el resultado de tres años de investigación.
Sólo en una ocasión, uno de los modelos se cayó al suelo y reventó, arruinando semanas de trabajo. “Se nos cayó España de las manos, como les ocurre a los políticos”, bromea Fernández Lozano.