Una luchadora llamada María de Villota

Tenía 33 años, la mitad de ellos al volante de un coche de carreras. Por apellido llevaba la velocidad en la sangre y la competición en los genes. María de Villota, buscó su meta en un mundo eminentemente masculino y triunfó. Se ganó el respeto y la simpatía de todos. Llegó a ser piloto de pruebas de Fórmula1. Ninguna mujer española lo había logrado.

El 3 de julio de 2012 María volvió a nacer. Su bólido se estrelló contra un camión durante unas pruebas en el Reino Unido. Estuvo a las puertas de la muerte. Pero María impuso de nuevo su garra de triunfadora. El accidente le costó el ojo derecho, y tuvo que abandonar su carrera profesional como piloto.

María comenzó una nueva vida alejada de los circuitos. Pero nada pudo borrar su atractivo, su sonrisa y su alegría. Un parche de colores fue el símbolo de su superación, de su ganas de vivir, de la valentía de no rendirse nunca. Se volcó en su faceta solidaria, ayudando a los niños enfermos y exclamaba a los cuatro vientos que la vida merecía ser vivida con pasión, que la vida era un regalo. Así  tituló su libro, el que iba a presentar la próxima semana. Será su regalo póstumo.