QUÉ HAY DE CIERTO
¿Las vacunas pueden causar autismo? Toda la verdad sobre un estudio defectuoso que acabó retirándose
Las vacunas han cambiado la historia de la salud infantil. Gracias a ellas, enfermedades como la polio, la difteria o el sarampión, que causaban muertes y secuelas graves, hoy son poco frecuentes o incluso han desaparecido. Pero aún hay quien se pregunta si las vacunas provocan autismo.

Publicidad
Ante los comentarios y habladurías sobre si las vacunas y el autismo tienen alguna relación, la respuesta es clara: las vacunas no causan autismo. Lo sabemos porque la ciencia lo ha estudiado durante más de dos décadas. Aun así, este mito sigue circulando.
El mito de que las vacunas causan autismo nació de un estudio defectuoso que ya fue retirado hace años. Aun así, sigue circulando porque apela a la emoción, al miedo y a la necesidad de encontrar explicaciones rápidas.
La ciencia es contundente: no existe relación entre vacunas y autismo. Lo que sí sabemos es que no vacunar puede abrir la puerta a enfermedades graves y evitar que los más vulnerables estén protegidos. Vacunar a nuestros hijos no es solo un acto de amor hacia ellos, también es una forma de cuidar a toda la comunidad.

¿Por qué hay gente que aún piensa que el autismo se relaciona con las vacunas?
Todo comenzó en 1998 cuando el médico británico Andrew Wakefield publicó un artículo en la prestigiosa revista The Lancet. En él sugería una relación entre la vacuna triple vírica (sarampión, rubéola y parotiditis) y el autismo.
La noticia fue un terremoto: padres preocupados, medios de comunicación hablando del tema y familias que dejaron de vacunar ocasionando la aparición de brotes de estas enfermedades. Pero pronto se descubrió la verdad. El estudio tenía múltiples fallos: se basaba en solo 12 niños, no tenía un diseño científico riguroso y, además, se destapó que Wakefield tenía intereses económicos, pues estaba relacionado con demandas contra los fabricantes de vacunas.
En 2010, la revista retiró oficialmente el artículo y Wakefield perdió su licencia médica por mala práctica profesional y conducta poco ética. Desde entonces, numerosos estudios mucho más amplios (con decenas de miles de niños en Dinamarca, Estados Unidos, Japón y otros países) han demostrado de forma contundente que no hay ninguna relación entre las vacunas y el autismo.
¿Un conservante tiene relación con el autismo?
Tras demostrarse que la vacuna triple vírica no era causante del autismo, algunas personas contrarias a la vacunación sugirieron que el conservante tiomersal (que contiene una pequeña cantidad de mercurio) podría estar relacionado con el autismo.
Sin embargo, este mercurio no se acumula en el cuerpo y no tiene efectos tóxicos, por lo que tampoco produce autismo. Hay multitud de estudios que demuestran que la dosis de tiomersal usado en las vacunas no produce reacciones adversas en los niños, salvo posibles pequeñas reacciones locales en la zona de inyección.

¿Por qué el mito del autismo y las vacunas sigue vivo?
La ciencia lo desmintió, pero hay padres que siguen oyendo o creyendo este rumor. Las razones son varias:
1. Coincidencia en el tiempo
El autismo suele diagnosticarse entre los 18 meses y los 3 años, justo cuando los niños reciben varias vacunas. Esa coincidencia hace que algunos padres piensen erróneamente que una cosa causa la otra.
2. La fuerza de las redes sociales
Hoy, un vídeo o un testimonio personal puede compartirse en minutos y llegar a miles de personas. El problema es que las emociones se transmiten más rápido que los datos científicos.
3. La desconfianza hacia la medicina
Algunas familias, al sentirse desbordadas por un diagnóstico difícil como el autismo, buscan explicaciones y encuentran en el mito de las vacunas un "culpable" fácil de señalar.
4. El poder de las historias personales
Escuchar a un padre decir "mi hijo cambió tras vacunarse" emociona más que leer un informe con cifras, aunque ese testimonio no represente la realidad de millones de niños.
Lo que sí es peligroso: no vacunar
Mientras este mito se mantiene vivo, lo que realmente pone en riesgo a los niños es no recibir sus vacunas.
La bajada de la cobertura vacunal ha traído de vuelta enfermedades que creíamos superadas. En los últimos años, se han registrado brotes de sarampión en Europa y Estados Unidos, con miles de casos en niños. Y no hablamos de un simple sarpullido: el sarampión puede causar neumonía, encefalitis y en algunos casos la muerte.
Además, las vacunas no solo protegen al niño que las recibe. También cuidan a los más vulnerables: los bebés demasiado pequeños para vacunarse, los niños con ciertas enfermedades crónicas o los que tienen el sistema inmunitario debilitado. Este efecto, llamado inmunidad de grupo, solo funciona si la mayoría de la población está vacunada.

Vacunación y confianza
Como padres, queremos tomar las mejores decisiones para nuestros hijos. Es normal que surjan dudas y miedos, pero es importante saber dónde buscar respuestas.
Las fuentes fiables son claras: la Organización Mundial de la Salud, la Asociación Española de Pediatría y numerosas sociedades científicas internacionales coinciden en que las vacunas son seguras y eficaces. Cada vacuna pasa por controles rigurosos antes de aprobarse y después se sigue vigilando cualquier posible efecto adverso.
Los efectos secundarios graves son extremadamente raros, mientras que los beneficios son enormes. De hecho, la OMS estima que cada año las vacunas salvan entre 4 y 5 millones de vidas en todo el mundo.
Publicidad