Y no te das ni cuenta...
Seis hábitos guarretes que expanden las bacterias por nuestra comida
Suceden a diario y multiplican los gérmenes que hay en nuestra comida, chavales.
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Somos unos tiquismiquis con la comida. En cuanto nos ponen un plato en un restaurante, lo inspeccionamos a saco, rezando por no encontrarnos cualquier elemento extraño, ya sea un hilo o un hollín. Si por casualidad nos los topamos, montamos un buen pollo y protestamos como locos. Pues bien, hay hábitos cotidianos que, sin que nos demos cuenta, multiplican las bacterias a lo bestia. Aquí van seis que puede ser que os sorprendan. El responsable de destapar todas estas contaminaciones es Paul Dawson, de la Universidad de Clemson, en Estados Unidos.
Mojar dos veces el mismo nacho. O la misma patata frita en la salsa. Es decir, coger una patata, hundirla en un bol común con salsa, dar un mordisco y volver a conducir la misma patata camino del bol. Tras haber entrado en contacto con nuestra boca. El resultado de este comportamiento es la multiplicación de bacterias en esa salsa, así que mejor que el trayecto de la patatilla sea solo de ida y no de ida y vuelta.
La regla de los cinco segundos. Un clásico absoluto de lo que es vivir al límite con la comida. Recordemos: esa tostada que se cae al suelo y que se coge rápidamente, se sopla y se vuelve a llevar a la boca, siguiendo la creencia de que si un alimento pasa menos de cinco segundos en contacto con el suelo, no pasa nada. Craso error: las bacterias crecen y crecen.
Las velitas del cumple. Un gesto tan inocente como el de soplar las velas de un pastel de cumpleaños esparce gérmenes y bacterias de manera indiscriminada por la cobertura de la tarta. Es más, el volumen se puede incrementar en porcentajes superiores al 1.400%, según explica Dawson. Casi nada. Eso sí, parece poco probable que Sanidad prohiba esta costumbre. ¿Alguien se imagina una tarta de cumple sin velas?
Un bol de palomitas. Dawson también ha realizado varios experimentos con bacterias y boles de palomitas para comprobar si el toqueteo de varias manos en el mismo bol podría contribuir a que se guarrearan la comida. Efectivamente, se comprobó como los gérmenes se extendían, aunque la tasa de transferencia a las personas resultaba baja y, por tanto, el riesgo de que esas bacterias les llegaran era muy pequeño.
Esa rodajita de limón peligrosa... Ojo a ese momento en el que un camarero corta un limón y nos coloca una rodajita en nuestro refresco o base de agua. Según Dawson, esos limones suelen estar dando vueltas por la barra del bar y, si están mojados, la tasa de transferencia es del 100%. Quizá sea mejor solución tomar simplemente la cola o la tónica sin la rodajita de marras...
Cuidadín con las cartas de los restaurantes. Cuanto más manoseadas, peor. Está demostrado que cualquier bacteria queda impregnada para, así, transmitirse a las siguientes personas que consulten esos menús. ¿La solución? Trabajar sin cartas y que sean los camareros los que canten, voz en alto, los platos al comensal. Si no, habrá que seguir corriendo el riesgo.
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