El incendio de Tarragona ha sido noticia esta semana, ya no sólo por tratarse de uno de los incendios más grandes que se recuerdan en la comunidad catalana, en el que más de 6.500 hectáreas han sido calcinadas por el efecto de las llamas.
Desde que se iniciara la catástrofe el pasado miércoles, más de 50 personas han tenido que ser desalojadas de sus casas y pertenencias para ser reubicadas en otros lugares más seguros. Aunque, resulta complicado asumir la pérdida de ciertas propiedades, que en el caso de algunos vecinos, venían heredando de anteriores generaciones familiares.
Tomás ha podido volver este viernes a su finca a ver a sus animales para alimentarles: "Le he puesto comida y bebida a los perros. A ver si la cosa mejora en las próximas horas", dice.
Este vecino, de la Ribera de l'Ebre, llevaba tres días sin entrar a la granja. Las masías, 52 en total, más cercanas al lugar del incendio han tenido que ser evacuadas ante el riesgo por el alcance de las llamas.
El interior de la casa de María Dolores se encuentra en buen estado, pero no puede decir lo mismo del exterior: "Está todo quemado. Sientes impotencia y ganas de llorar", confiesa.
En Bovera, una localidad cercana al lugar del incendio, Xavier ha llevado a su ganado al centro del pueblo por el temor a que las llamas puedan alcanzar su granja: "Lo hago para evitar que acaben quemados si el fuego llega allí", reconoce.
Algunos vecinos han estado refrescando la zona con sus tractores mientras que, por ahora no hay orden de confinamiento hasta nueva orden.